sábado, 17 de diciembre de 2011

Se me lo llevan de las manos

No hay muchos gitanos en Dinamarca, y los que hay suelen ser aves de paso de sureste de Europa. Pero además, los gitanos españoles, más sedentarios que en otros lugares, contribuyen capitalmente a la sociedad vigilando obras y–algo que como niño de barriada me tenía fascinado en mis sábados matutinos paseando con mi abuela Encarna–vendiendo bragas gritando cosas como "venga nena, mira como se estiran! Si por doscientas pesetas la que no lleva bragas es porque no quiere!".

Tuvo que ser precisamente mi tía Encarna, hija de mi abuela Encarna, quien viera el sustituto danés al mercadillo de las gitanas en un escaparate y lo documentara:


Pero es que en el Sur lo tenemos más fácil, es bien sabido que la adversidad climatológica es un espolón en el costado del desarrollo técnico. Aquí hace demasiado frío como para pedirle a nadie que se ponga a ondear bragas en la calle –como dice mi tío, estaba chispeando– y por eso se emplean animatronics. Y ya que los muñecos no gritan, se les pone King Africa de fondo. Puentes entre islas, molinos de viento, diques, pólders y mercadillos de gitanas eléctricos; la ingeniería nórdica nunca deja de asombrarnos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Mucha visita en la calle del crimen


Esta semana pasada estuvieron de visita mi tía Encarna y mi tío José María. aprovechando constituciones y purísimas concepciones.

Aquí la constitución es otra y yo no tuve fiesta, o más bien dicho tuve fiestas obligadas porque no son fiestas: dos cenas de navidad del departamento y la escuela de doctorado respectivamente. Estuve demasiado ocupado comiendo arenques y panceta asada como para poder llevarles a mucho sitio, aunque ellos son muy espabilaos y cubrieron todo lo necesario; sirenita, Louisiana, jardín botánico, el cementerio Asistens y hasta un día en Malmô. Parece que les cundió, a pesar del tiempo regulero.

Pero claro, algunas direcciones tuve que darles. Aquí se ve el cartel de acceso a mi vecindario, con la célebre calle Oehenschlægergade. Nuestra calle, Saxogade, tenía el doble de delitos que la calle paralela durante la época previa a los ordenadores porque cuando alguien reportaba algo a la policía, les daba pereza (o incerteza) escribir Oehenschlægergade y se lo atribuían todo a Saxogade.
Aquí salen mis tíos delante de una maqueta de Copenhague, que es lo más parecido a un minigolf que tenemos por el centro.
Espero que les hayan gustado los arenques en conserva y ahumados que se han llevado. Aquí vemos su maleta con una caballa que asoma.Ya me diréis qué tal la anguila.

Y horas después de irse mis tíos, vino Henrik. Yo iba a clase de danés con Henrik y su novia Ulrike, pero al parir a su hija se volvieron a Alemania. De todos modos Henrik ha seguido estudiando danés por su cuenta y se vino a hacer la parte oral del examen final este lunes. Una de las cosas que tienes que hacer es dar una presentación de dos minutillos sobre un tema que te dan. A mí me tocó la Ley de Jante.

La Ley de Jante es un corpus legal ficticio proveniente de una novela, que se ha adoptado como término para representar la presión tribal por la igualidad y el no-destacar, cosas aparentemente muy características de la sociedad danesa. Dicha ley tiene diez mandamientos:
  1. No pienses que tú eres algo especial.
  2. No pienses que tú estás a la misma altura que nosotros.
  3. No pienses que tú eres más listo que nosotros.
  4. No pienses que tú eres mejor que nosotros.
  5. No pienses que tú sabes más que nosotros.
  6. No pienses que tú eres más importante que nosotros.
  7. No pienses que tú eres bueno en nada.
  8. No pienses que tú puedes reírte de nosotros.
  9. No pienses que tú le preocupas a alguien.
  10. No pienses que tú puedes enseñarnos algo.


Algo de esa forma de entender la relación entre individuos y sociedad se percibe en algunas escenas de Dreyer o incluso en El Festín de Babette. Sea como sea, la Ley de Jante es algo que mencionan muchas personas pendientes o preocupadas por destacar, como políticos liberales o deportistas de élite.

 

sábado, 3 de diciembre de 2011

Lo que yo hago sí es difícil

A pesar de no encontrarme hoy muy bien, he ido a nadar con Sigrid, una colega (en ambos sentidos) de la universidad. Tenemos el propósito de ir a nadar al menos una vez por semana , y de momento llevamos tres sin saltárnoslo. La idea es ir los jueves, pero no pudimos ir éste así que lo pasamos al sábado. Generalmente vamos a la piscina de al lado de la oficina, pero hoy hemos cambiado y hemos ido a la que está cerca de mi casa.

Al salir del vestuario, una vez ya nadado, duchado y vestido, no encontraba la moneda de diez coronas de la taquilla. Maldiciendo mi mala cabeza, he deshecho la bolsa, me he hurgado los bolsillos, me he quitado las botas de agua (hoy ha hecho un día de perros), he aflojado el nudo de la bufanda y finalmente me he puesto en la postura del indio que escucha las vías del tren para ver si se había caido al suelo. Todo en vano. Me he incorporado y, cuando me disponía a irme, un señor mayor me ha preguntado que qué buscaba, y yo le he dicho que una moneda de diez coronas, el señor me ha preguntado de donde era y yo le he dicho de dónde soy, retrocediendo medio pasio hacia la puerta.

Pensaba que se trataba de un pervertido pero no, era mucho mejor, era un majadero. Me ha explicado que era nacido en Argelia, que llevaba treinta años viviendo en Dinamarca y que era lingüista jubilado. Le he comentado que yo también, más o menos, pero sin jubilar, y entonces ha perdido el control al ver que podía hablarme de sus cosas y me ha pegado un rollo enorme sobre la belleza de la lingüística histórica, y sobre su pasión por el protosemítico y el indoeuropeo. Todo esto en el umbral de la puerta de los vestuarios. El hombre estaba vestido, se llama Abdel y sostenía un peine. Sus años en la academia le han dado el don de soliloquiar monocordemente manteniendo un férreo contacto ocular con su víctima, y yo no me atrevía a zafarme o a interrumpir por miedo a despertar su indignación. Por fortuna ha tenido que hacer una pausa para resollar y yo le he dicho que me tenía que ir, pero le ha dado tiempo de preguntarme que qué hacía yo. Se lo he comentado brevemente tratando de no darle cancha y ha sentenciado, con un gesto de peine:

- La semántica es fácil. Lo que yo hago si que es difícil.

Horas más tarde, en un bar del barrio, un desconocido me ha explicado, en inglés, su interés por la filosofía gnóstica, y cómo había alternado el estudio de la cábala con el sufismo. Luego me ha explicado que Blade Runner está cargada de simbología cabalisticognóstica, ya que los replicantes que no recuerdan que lo son son una analogía del propio ser humano hecho de barro y condenado a la mortalidad por un demiurgo (en este caso el señor de la Tyrell corporation). Incluso decía que había algo simbólico en el hecho de que los replicantes malos de la historia fueran rubios y los buenos, morenos; además de un poco de mito de la caverna y de referencias al Árbol de la Vida. Ha mencionado el unicornio de Blade Runner para pasar a hablarme de Lewis Carroll, que se conoce que también era gnóstico y masón. Esta gente es muy apropiacionista, por mucho que Philip K. Dick le fuera lo místico. He pagado y me he ido, acordándome con tibios escalofríos de Hildegard, esa señora vidente del tren de Hamburgo.


Al llegar a casa, me he quitado la gorra y ha caido una monera de diez coronas que se había escondido en un doblez del forro. He dejado la moneda encima de una mesa, he ido al súper y he comprado papel higiénico, dos bombillas de ahorro y una de esas jarras eléctricas que se usan para hervir agua. Creo me voy a empollar las instrucciones de la jarra y saldré a la calle a darle la brasa a la gente con ellas.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Suecia escorada


He pasado el fin de semana en Estocolmo. Viajar al Norte cuando hace frío sale baratico, aunque tiene inconvenientes obvios, como que se te hace de noche en un tris y tampoco tienes tantas ganas de estar en la calle.

Las librerías de aeropuerto, siempre están provistas (y previstas!) de lo mejorcito. Parece que Noah Gordon ha sacado un libro en su saga de médicos, chamanes y judíos: el catalán.


No, no es una graciosa homonimia. "Catalaneren" quiere decir "el catalán" en danés. Lo que tiene miga es que el libro en inglés se llama "The Bodega". Aparentmente es una especie de drama vitivinícola con intriga política en las Guerras Carlinas.

Estocolmo es una ciudad realmente bonita, con sus islitas, sus puentes, sus calles espaciosas... y sus edificios torcidos.


 Este edificio está torcido cinco grados en la base, y no sé cuánto en el último piso.
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Se ve también que la finalidad de los smartphones es usarlos como nivel. A los estocolmienses se les tuercen las cosas, y no sólo los edificios. Posiblemente la mayor atracción turística de la ciudad es el Museo del Vasa, un museo construido alrededor de un barco de guerra del s. XVII que se les hundió minutos después empezar su primer viaje. Lo tuvieron en el agua, dado por perdido durante 300 años hasta que lo sacaron a flote en los 60.

El Vasa quita el hipo.
 


Y el Museo de Cosas que le han hecho alrededor está la mar de bien también. Incluso el video explicativo mola. Lo pasan por lo menos en sueco, en inglés, en ruso y en español internacional:


Me quedé prendado de esta señora osteóloga tan peripuesta.




Antes de irme a Dinamarca pensaba que el sueco era una lengua más bonita que el danés. Y lo sigo pensando. Pero también tiene palabras feas: "Blommor" quiere decir "flores". Hay muchos plurales que acaban en "or".


Y hombre, a mí esas palabras acabadas en "or" me hacen pensar en ciencia ficción cutre. El plural de "pizza", por ejemplo, es "Pizzor". No puedo evitar pensar en un alienígena vestido de papel de aluminio diciendo que ha venido a invadirnos desde el planeta Pizzor.




Estos leones tan simpáticos, con un poco de retirada a Whoopi Goldberg, están en las calles comerciales, abarrotadas por la llegada de la temporada navideña. Parecen muy majetes. Los cuervos y las urracas también abundan, incluso en las farmacias.


 Y por último, dos imágenes complementarias.
a) Alfredo Landa en TVE internacional. Nadie en España debe tanto a Suecia como Alfredo Landa.Me pregunto si se ha notado mucho el cambio de programación televisiva después de la victoria del PP el 20N.


b) La calle de Olof Palme. En Sabadell tiene un club de fans que ríete tu de Diana de Gales y otros muertos ilustres.