sábado, 18 de junio de 2011

todo igual

Todo está patas arriba porque me mudo mañana.
Los rastros de muebles de segunda mano también están patas arriba.

Alguien dejó una nota pegada a un espejo en la tienda. La nota reza "No, Michael, en serio, no".


Qué, eh? Está todo patas arriba o no?



domingo, 12 de junio de 2011

braille, esperanto e higos que no son higos



El cálido y bendito verano del que hablaba Andersen parece consistir en un abanico estrecho de opciones climáticas que oscilan entre un bochorno tibio como de tarde en la piscina y un biruji para llevar rebequita, con chubascos ocasionales. Lo más característico es sin duda la luz, una luz blanca que viene de todos lados y convierte las salidas para airearse en domingos de resaca en paseos hiperrealistas donde todo es algo raro, como las fotos de los calendarios o las marcas de vasos húmedos en las mesas de vidrio.

Me he obligado a salir de casa prometiéndome un café si llegaba a la pinacoteca nacional. He llegado y me he tomado los dos tercios de café que he conseguido no tirar al suelo del bar del museo. Han vuelto a abrir la exposición permanente de arte danés y nórdico e.g. del s. XVIII en adelantem, que es el plato fuerte del museo. Ha valido la pena entrar a curiosear aunque no tuviera muchas ganas de andar porque han reorganizado las secciones y han puesto obras que no había visto, como un cuadro precioso de un tal Ejnar Nielsen de una chica ciega leyendo un libro en braille y una marina nocturna de Friedrich. También he visto a una pareja de turistas chinos pedirle un autógrafo a Pierce Brosnan, que se lo ha firmado muy campechanamente. Estará de vacaciones porque iba sin teñir. En persona y con esas canas, parece el Julio Iglesias de una realidad alternativa. También hay una sección nueva de arte francés del s. XX, bastante marujil.

Me he encaminado a por algo de comer, y por la calle, he visto lo que pensaba que era una urraca comiéndose un higo o cualquier fruta borde de árbol de carretera que fuera blanda, oscura por fuera y roja por dentro. Ha levantado el vuelo al acercarme y he visto que se trataba de un polluelo crecidito y desventrado, tal vez de paloma. Me he quedado perplejo, doblado en ángulo recto, mirando durante varios segundos al polluelo o lo que quedaba de él. Una turista me ha mirado con lo que he imaginado que era diversión y aprensión simultáneas, y yo he titubeado, fingido no darme cuenta y proseguido hacia la pizzería. Por la calle había muchos carteles de cursos de esperanto.

Fig 1. Los higos tienen este aspecto.


La pizzería en cuestión es un sitio regentado por italianos, que también son hiperrealistas. Parecen italianos como sacados de un chiste: uno calvo, cachas-gordo ,con perilla y delantal blanco, uno pequeño y nervudo con tatuajes talegueros y dientes serrados, él último alto y atlético con melena ondulada y aceitada hacia atrás y un aire agitanado, con cadena al cuello y camiseta negra de canalé, todos tremendamente kinkis y vocingleros. Les dicen cosas subidas de tono a las chicas con un danés en el que parece que se fuerzan a hablar con más acento del que tienen. Se come barato y rico, tengo que ir más.

Mi pizza de champiñones y yo nos hemos ido al parque a que uno se comiera a la otra. Me he sentado en un banco frente al lago y ha aparecido una yanki turista pelirroja que parecía Mia Farrow tanto por el aspecto como por la forma de hablar y ha iniciado una conversación (a pesar de que yo estaba con los cascos puestos escuchando Pau Riba) conmigo, que ha desembocado en la-conversación-de-siempre:


- Bla bla bla.
- Bla bla bla.
- Ah, pues no pareces español. Pensaba que serías de aquí.
- Ya. En realidad me deportaron porque no pertenecía a la raza. Estoy exiliado.


La chica me ha mirado con el estupor triste de cuando te enteras de que se ha muerto alguien muy joven. Le he tenido que explicar que era un chiste y que lo sentía, que no parecía haber funcionado muy bien. Se ha ido con unos rusos con los que viajaba. Yo he tirado un trozo de borde de pizza a una paloma y un gorrión muy vivaracho se lo ha robado driblando con agilidad mientras la paloma, más torpe y pesada, trataba en vano de recuperarlo.

He sacudido la cabeza y he pensado que estaban siendo unas tres horas rarísimas. He vuelto a casa y me voy a volver a acostar en nada. La culpa es de la luz, de Pau Riba y de las canas de Pierce Brosnan.

domingo, 5 de junio de 2011

nomenclatura

Nombrar calles es o un arte o una tontería, pero tiene que hacerse. Por mucho que nos guste Rodoreda, que un rectangulito de cemento tirando a cutre se llame Plaça del Diamant parece, por lo menos, arbitrario. Esa misma arbitrariedad hace que haya Calles Mallorca, o Avenidas de la Solidaridad y que resulte legítimo que los acontecimientos de una canción para saltar a la cuerda sucedan en la Calle de la Bomba.

Otras calles parecen mejor nombradas, porque responden a funciones anteriores de la vía, como las calles gremiales que todos conocemos, o porque responden a algun rasgo de la calle, como la Avenida Diagonal. En Copenhague hay una Magstræde, que vendría a ser la Calle de los Retretes, porque los lavabos públicos estaban allí hace unos tres siglos. Ahora es una de las calles con el metro cuadrado más caro.

La clasificación no es exhaustiva, pero me atrevo a creer que el conjunto mayor de calles es el de las que se llaman como peña muerta. Seguro que todos hemos vivido alguna vez en una calle con nombre de alguien. A bote pronto, a mí me salen Fleming y Manuel de Falla.

Y dentro de dos o tres semanas me mudo a Saxogade. No, no es la calle del saxo porque no hay —por desgracia— un barrio de los instrumentos. La calle está dedicasa a Saxo Grammaticus, un historiador medieval que escribió la Gesta Danorum.

El piso está en Vesterbro, uno de esos barrios-obreros-venidos-a-más con carnicerías halal y estudiantes de comunicación audiovisual con sombreritos que parece que todas las ciudades europeas han de tener.

Ya empezaba a estar algo harto de vivir en el centro, y en verano va a ser terrible.