miércoles, 14 de mayo de 2014

Borges, la patata y un gordo de derechas



El otro día soñé con Borges. Era uno de esos sueños en los que uno no sale y sólo es espectador. Borges, ya ciego, se había vendido el alma al Diablo a cambio de ser inmortal. Satanás, que es muy dado a poner letra pequeña en los contratos, le concedía la vida eterna pero sin restituirle la visión, y más aún, lo dejaba clavado para siempre en una especie de trono-pupitre.

El cuerpo de Borges no podía envejecer, pero tampoco podía hablar ni oír, sólamente mover las manos. El alma del escritor estaba ya en el infierno, pero podía seguir accionando sus manos, de manera que Satán le encargaba a Borges recorrer todo el Averno con su alma y hacer un mapa de lo que veía usando sus manos físicas.

Borges dibujaba muy bien (de hecho podía sacar distintos colores del mismo tintero negro), y por algún motivo, sospecho que no acababa de estar descontento por haberse convertido en el cartógrafo del infierno.

Yo veo menos que un gato de yeso, pero me puedo mover algo más que Borges. Por desgracia últimamente me he movido muy poco. Desde que empecé el trabajo nuevo en marzo, apenas he hecho más que ir de casa a la oficina y de vuelta.

Cuando parecía que ya era primavera (y la primavera, no el estado del bienestar, es la gran mentira escandinava), estuve en Malmö, que es algo que voy haciendo de vez en cuando.

En Malmö hay muchos patos y gansos.


Estos dos estaban en un callejón y tenían pinta de chungos, como si me fueran a pegar el palo. De hecho uno de ellos estuvo revoloteándome cerca para asustarme, y vale decir que lo consiguió.


Pero en Copenhague también hay sitios turbios, como el barrio del noroeste, donde me encontré con esta reproducción a escala más o menos 4:1 del toro de Osborne.


Y no sólo los barrios chungos son chungos, también mi casa, que está en el centro, es chunga. Creo que he comentado en alguna ocasión que mis vecinas del sótano regentan un prostíbulo de masaje tailandés. Pues las chicas, que viven y trabajan allí, hacen sopa de pescado y queman incienso a todo meter, respectivamente. El olor del portal es, cuanto menos, desconcertante. Mi vecina de al lado (o sea, del bajos segunda), que es muy vivaracha y estaba hasta el mismísimo de los efluvios aromáticos de las pilinguis, les dejó esta nota. 


Yo sopa de pescado no hago nunca, pero también cocino. El otro día tuve invitados, y entre ellos, una vegetariana. De plato fuerte hice ensalada de patatas, que así explicado tampoco tiene mucho tal, pero es que había encontrado patatas moradas en el mercado.


Me acordé de que había visto una receta de ensalada de patatas azules versionando una receta de Alejandro Dumas en un blog de recetas literarias, y con, bastantes modificaciones, salió esto.


La patata azul tiene mucha fécula, así que sería una buena patata para estofar, pero es una pena meterla en una salsa opaca porque es la mar de vistosa, aunque una vez hervida parezca atrezzo de peli de zombis. El resto de la ensalada consiste en cebolla macerada en vinagre un par de horas, endivias, piñones pasados por la sartén y un aliño a base de mucho ajo picado, zumo de limón y nuez moscada.

A quien tienen que gustarle las patatas (propias y ajenas) una cosa cosa bárbara es a Nicolai Svejgaard Poulsen, que es uno de los candidatos de Venstre, el partido conservador mayoritario, para las europeas.


A mí se me ha pasado el plazo para votar en la embajada española, pero aún puedo hacerlo como residente en Dinamarca. Podría votarle a este personaje, que se da un  aire al decorador de interiores de Bitelchus. O en blanco, o vaya usted a saber.

Me enfrento, como muchos, a una serie de dilemas. ¿Cuán euroescéptico puedo ser si soy un beneficiario director de la inversión europea en investigación y del libre paso de personas? ¿Hasta qué punto puedo votar de forma informada a un partido de este país? ¿Por qué ha de ser mi conducta electoral danesa un émulo de mi conducta electoral española? ¿Tiene sentido pensarlo mucho o basta con votar indiferenciadamente a algún partido rojo que vaya a sacar algún escaño para evitar beneficiar a la derecha, que es quien sale ganando del abstencionismo?

Sea como fuere tendré que aclararme, porque el Parlamento danés sacó este video para incentivar a los jóvenes a participar en los comicios europeos. Éste tiene subtítulos en castellano.



Aparentemente esto ha traido cola, y es una pena, porque tan sentido homenaje al universo estético de los noventa (vamos, a Beavis and Butthead) es esencialmente un ejercicio de nostalgia de la Europa de entrecrisis, de cuando la tinta de Maastricht se estaba secando todavía y aún no nos habían endosado el euro.


Y aquí estamos, pagando con euros (bueno, aquí pago con coronas, pero tampoco importa demasiado).