viernes, 22 de diciembre de 2017

Dos puntos de fuga



Se cumple un mes de mi llegada a Canadá. Bajo estas lineas, la última foto del aeropuerto deLisboa; una tienda de sardinas enlatadas portuguesas de temática circense.


Mi amigo Daniel, canadiense conocido en Copenhague, me vino a buscar al aeropuerto y me acercó al aparthotel que tenía reservado, lo que viene a ser un lujo cuando uno está emigrando a otro país.

Para agradecerle la molestia, le saqué a cenar a un restaurante finolis, donde tuve ocasión de probar mi primera poutine, plato nacional canadiense, pero en versión precisamente finolis. Estaba buena, teniendo en cuenta que a mi las patatas fritas ni fu ni fa. Las versiones que he probado después eran objetivamente peores.


Más que bonita, Toronto es una ciudad práctica pero no sería justo decir que es fea.




Además, tiene un barrio chino, uno coreano, uno ucraniano, un distrito persa, otro portugués...




El barrio donde me estuve quedando es una zona de casas antiguas cerca del centro. De hecho, estuve en la tercera planta de una casa antigua. La propietaria es una señora estadounidense, encantadora, que se fue a Canadá con su marido durante la ola de disidencia de la guerra de Vietnam.



Una familia de músicos y humanistas, tenían la casa llena de libros, salpicada de artículos curiosos.



Por ejemplo, esta versión pseudo-nórdico-céltica-pagana del tarot donde habían reemplazado al Diablo (XV) con el Astado, aquí en pose medio sexy, medio diskjockey hortera. También había una bolsa de dreidels.



Pero no podía quedarme aquí toda la vida, así con algo de ayuda del agente inmobiliario de Rebeca y Ramon (y es que efectivamente me ha venido muy bien tener contactos por aquí) he encontrado un piso muy bonito, cerca del trabajo y bastante céntrico. Es un noveno y tiene muy buenas vistas.



Mi ventana es cantonera y tiene dos puntos de fuga. La calle de la izquierda es uno de los ejes norte-sur; de noche hay un río de luces rojas que se aleja de la ciudad para volver a los suburbios, y otro de luces blancas que desciende para volver a la ciudad.

Haber encontrado piso significa también que, además de amueblarlo, tengo que conseguir un ajuar completo.


En los últimos años de mudanzas y cambios de país, me he acostumbrado a tener (o mantener) pocas cosas, pero aquí siento el despertar de mi amor al trasto que he sigo capaz de contener durante un cierto tiempo y ahora se rasca los ojos, pidiéndome que consiga mierda absurda. Y de eso Norteamérica tiene a espuertas.


Casi me preocupa más convertir mi casa en un vertedero de mierda absurda que engordar a la medida de este continente. Para ayudarme en ambas tareas está la parrilla de George Foreman, que todavía no he adquirido.





Precisamente con Ramon y Rebeca fui a ver una exposición sobre Guillermo del Toro en un museo gordo de por aquí. Había cosas de sus películas, desde maquetas a utilería.




Unos cuantos bocetos de un libro que sale en El Laberinto del Fauno estaba rellenado con "Texto texto texto texto".


La exposición también tenía parte de la colección de arte de Del Toro. Había cosas muy bonitas, como ilustraciones de Mary Blair (me quedaron fotos birriosas), y algún Moebius.


También había una escultura de tamaño real de H.P. Lovecraft que daba mucho el pego, como si realmente le molestara la presencia de los visitantes.



Mal que me pese, tampoco he podido ver tanto de la ciudad en sí. Empecé a trabajar a la semana de llegar (y de momento sigo contento). Aquí se ve la vista desde el lado sur del edificio de oficinas del cual ocupamos los pisos dieciocho y diecinueve.


Ah, tendría que haber empezado por lo que realmente importa. La mayoría de las ardillas en Toronto son negras, que es un pelaje poco frecuente de la ardilla gris.


Estos días se espera casi un palmo de nieve, aunque no se paran el tiempo suficiente como poderle hacerles buenas fotos de alto contraste.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Mitras, Montserrat y La Maña


Me provoca un cierto cargo de conciencia haber actualizado tan poco este blog desde París. Con el debido respeto (hacía París y a los cuatro lectores de este blog), poco se me ocurrían más que generalidades y fotos de museos. El caso es que me he ido de París, y ahora mismo estoy escribiendo esto desde el aeropuerto de Lisboa, de camino a Toronto donde me ha salido un curro. De hecho, supe que me daban el trabajado al final del fin de semana en Lyon relatado en la última entrada de este blog.

Dentro de poco tocará poner fotos de nieve y cagarme en Trudeau con conocimiento de causa. Pero ahora voy a poner algunas fotos de los sitios en los que he estado en los últimos meses, que es como hacer limpieza de fondo de armario.

Desde entonces, me he dedicado a despedirme de amigos en varios sitios, y de familia en uno. Lo que va a tocar, mal que me pese, es una entrada que consistirá en una enumeración de sitios, sin mucha enjundia. Estuve unos días de verano en un pueblo del suroeste francés.



También estuve en Lens, en el norte de Francia, donde han abierto un capítulo del Louvre. Tuve una de las visitas guiadas más divertidas que he hecho, donde la guía hacía un paso a brochazos desde Mesopotamia hasta Napoleón hablando  de mimesis y abstracción.

Esta no es la guía que me tocó, pero los niños parecían muy interesados también.


Hola, Mitras.





Ah,  hubo un fin de semana a la vez apacible (visita de infante) y movido (me equivoqué de aeropuerto y hubo un road movie para conseguir llegar a casa) en Varsovia.




Y pude pasar por Copenhague para despedirme como Dios manda con la excusa de una conferencia.



Luego, mientras esperaba un visado canadiense que se ha hecho de rogar, fui a casa a principios de octubre para disfrutar de mi familia, amigos, bares de freidora, apretujones en la Renfe y mucho monotema.

Como el monotema era propicio, fui con Jaume un día a Montserrat, donde pudimos gozar del paisaje y el patrimonio.






Atención al exvoto del predictor, que dio mucha conversación. También había una ofrenda de los ultras del Hospitalet.








Entre los muchos títulos la de Moreneta, está el de Refugi de Pecadors, y nada me alegra más que saber que ella habrá acogido, catalana pero universal, a Don Gregorio, malagueño y galáctico.



Ah, y la semana pasada fui con Nacho a visitar a Fabio a Zaragoza un par de días. De la Seo y del Pilar, que son muy bonitos, no pude hacer fotos porque no te dejan. Pero nos encontramos esto.





domingo, 25 de junio de 2017

Lyon



Estuve en Lyon el otro fin de semana. 


Me dejé tentar por la oferta en las librerías.


Y estuve en lo más fino de la hostelería francesa. 

Caía un sol de justicia así que hubo que meterse en algún museo para evitar la insolación. 




Estuve en el Museo de las Confluencias, que no es que sea un nombre pretencioso a lo Forum de las Culturas, sino que se trata de un edificio emplazado en la confluencia  del Rhône y el Saône. 

Es un gran museo de cosas, sobre todo de cosas de antropología e historia natural. En realidad parece que se hubieran encontrado con setecientos animales disecados y el gabinete de curiosidades de cuatro locos, y tuvieran que montar un museo a partir de ello.

Una sección sobre la evolución de algunas ciencias juntaba cristales y una exposición de ollas exprés. 







Es de esos museos donde te ponen secciones de La Foca y el Hombre con arte inuit en la sección de animales del Ártico.




Y la que te descuidas vuelves a las cabezas de celacanto del infierno.








Pajaros disecados enfrentados a lo West Side Story.


Y luego estuve en el Museo del Cine y las Miniaturas, que tiene una colección impresionante de dioramas hiperrelistas de escenas más o menos domésticas.


Incluyendo la inevitable mise en abyme del taller de un maquetista.




O una máquina del tiempo.




Aunque los dioramas son el origen del museo, lo que tiene más tirón es la parte de cine. El museo tiene una colección enorme de escenarios, disfraces, utillaje y maquetas de muchas películas.


Muchos escenarios de El Perfume, incluyendo una colección de botellas de perfume con una muestra de Agua del Carmen.



Vestuario y brazos de plástico no faltan tampoco.



Incluso utillaje de películas que no son de ciencia ficción o fantástico.



La máscara de látex que deja a Schwarzenegger con la expresión de "Turbante no, copón ya, que me da calor" para la eternidad.



Antonio Banderas en el FBI.



Una nave de V, la serie que unificaba el look hiperespacial con kilos de laca Nelly.


Algunos objetos se ven forzados a una vecindad improbable en el taller de restauración.


Incluso la cabeza del triceratops de Parque Jurásico, el extraterrestre fumador de Men in Black que parece un grillo sin cáscara... ¡y Greta, el Gremlin Pitufina de Gremlins 2!


La franquicia Alien tiene mucha presencia en el museo.



En particular, el plato fuerte de la colección es el animatronic de la reina de Aliens, que funciona y pega sustos.