martes, 22 de abril de 2025

Usted está aquí

 

Un cartel luminoso con forma de aguja de mapa en un techo en Zúrich. Las otras dos veces que he ido a Suiza, fue a por bodas. Pero este viaje consistía en reuniones de trabajo. Aún habiendo estado antes, ese cartel me llenó de súbita perplejidad. ¿Dónde estaba yo a fin de cuentas?

 Los últimos meses han caracterizado por un no saber exactamente dónde estoy. Pero vamos, en realidad he estado mayormente en Inglaterra, que a estas alturas no es muy sorprendente.

Uno de los detalles menos conocidos—y no porque sea difícil de ver—es la megafauna británica. En Regent's Canal hay una Escuela de Sirenas, pero de tiburones. 


Y en Crystal Palace hay unos dinosaurios, testimonios de una exposición universal en 1845.





En Bristol tienen uno de esos museos de todo, con arte, mapas históricos, cuatro bajorrelieves mesopotámicos (no es una hipérbole) y una colección de minerales tan antigua que muchos vienen de países que ya no existen. Siempre disfruto con la señalética viejuna de los museos de la ciencia, y estos diagramas de estratos geológicos coloreados según su periodo me gustaron muchísimo.



Pero quien se lleva toda la fama en el Museo de Cosas de Bristol es Doris el pliosaurio.




También hay otro Museo de Cosas en Bristol con un montón de dioramas de pájaros disecados, incluso una sección sobre técnicas de taxidermia.



Incluso un muestrario de ojos de quita y pon, digno de salir tal cual como portada de libro maldito en El Ejército de las Tinieblas.



De una visita breve a Barcelona, tengo pruebas de haber salido de un sitio.


De nuevo en Londres, me esperaban maravillas como lo que sigue. En mi barrio hay una calle con muchas tiendas de ropa étnica, que es una forma de decir no-blanco que me gusta poquete, ya que a fin de cuentas es una retórica de otredad. Me hace pensar en cuando uno opina que los demás tienen mucho acento de donde sea, sin ser conscience del suyo.

Pero lo importante es que uno se encuentra una cola de vestido de novia en la basura así, sin avisar.


Y esta combinación de pajarracos que parecen los aguiluchos grises del LEGO, que en realidad son cotorras descoloridas, con este cruasán rampante. 


Algo menos heráldico pero más rampante es el cartel de la jamonería de cerca de los museos de Kensington, que se alumbra y todo.


Siguiendo con el tema de las reproducciones de comida, fui a una exposición sobre las réplicas de comidas en Japón. No sé si se distingue mucho en la foto, pero esas tintas de aerógrafo tienen los colores, de izquierda a derecha, para la piel del salmon, la piel de pollo y las gambas cocinadas.




Y también visité el último faro que queda en el Támesis, que a estas alturas sirve de museo.


También estuve en una exposición, breve y simpática, sobre el Tarot y su historia. No podía faltar el Tarot de Thot, encargado por Aleister Crowley.


Pero creo que lo que me más me gustó fue estas cartas tamaño cuartilla hechas para armar un catálogo de papeles de colores para una empresa papelera. No había una baraja completa, pero si un muestrario la mar de bonito, con esas líneas tan espesas y ese aire sementero.




También estuve en Copenhague los días antes de la Pascua. Visité la iglesia dedicada a Grundtvig, pensador y pastor danés, que no había tenido ocasión de visitar en su día. 





Al día siguiente fui a Louisiana, visita imperdonable. Había una exposición de Robert Longo que me dejó muy impresionado.



Y una más didáctica sobre el mar, que tenía esculturas rescatada del naufragio del que sacaron el artefacto de Antiquítera.


Ya saliendo, me encontré unos legos negros por la calle, como ya me había pasado en Islandia.



Y unos borricos delante de otra iglesia, porque se había hecho Domingo de Ramos,