He vuelto de un curso de una semana de duración en Croacia.
Dubrovnik es un precioso infierno turístico. Esperaba, como muchos, algo en plan Alemania Año Cero y me encontré con una especie de Toledo cruzado con Alicante, una ciudad histórica increíblemente bonita palpitando lo peor del turismo del Mediterráneo, con el agravante de los cruceros por el Adriático. La destrucción de la ciudad durante la guerra de los Balcanes fue menos grave que en otros sitios porque los serbios pusieron la ciudad bajo asedio, ya que el principal interés de Dubrovnik era el turismo y no tenía mucho sentido cargársela.
Sospecho que ese helado tan obsceno fue testigo silencioso del fraticidio y la angustia de la guerra lo volvió canibal. No tengo ningunas ganas de volver a esta ciudad, pero sí de ver el resto de Croacia.
El curso ha sido una auténtica paliza, con sesiones larguísimas, supongo que útiles pero en absoluto excitantes. En la salida de rigor, nos llevaron a unas salinas en una población que se llama Ston. El viaje incluía llevarnos a casa un paquete de 1kg de sal. Yuhu.
Los raíles de las salinas. Por aqui van las carretas cargadas.
Y, evidentemente, comimos muy bien. Para hacer bien el comer hay que venir al Sur. El jueves habría sido un día terrible si no me hubiera comido un par de higos riquísimos. Entre las cosas más buenas que probamos está un plato de un restaurante bosnio que viene a ser un redondo de ternera relleno de queso blanco y verdura.
Uno de los organizadores, que seguro es una vaca sagrada en la Academia, se reveló como un campeón en las cosas del beber. Y como buen machote sureño (es sorprendente qué poco sorprendente resulta Croacia para un español), subiéndose pedo a su scooter y enseñando a los pobres doctorandos, que nos habíamos caído de un guindo, como se abre una botella de vino hundiendo el corcho con el pulgar cuando la necesidad apremia. Queda esperanza, parece que se puede ser una eminencia y darle al vidrio.
Todo muy bien hasta llenar a la cena de cierre del curso, que consistió en ostras, más ostras, un arroz negro con demasiada tinta y un trozo de emperador. No me gusta nada el marisco, pero me comí tres ostras para no tener que dar explicaciones ni parecer muy especialito.
El pulpo me gusta más. Sobre todo, dibujado. Y más todavía con una mancuerna.
Lo mejor del curso (que era obligatorio para todos los que tenemos la misma beca) fue sin duda conocer al resto de estudiantes o volver a encontrarse con los ya conocidos. Como en todas estas ocasiones, aprovechamos para aprender palabrotas en lenguas desconocidas, parándonos para preguntar en qué caso gramatical está la palabra "caballo" en la expresión "tu hermana con un caballo sobre la tumba de tu madre", que por lo visto pega muy fuerte allí. Una lengua hermosísima, el croata.
Creo que "potok" significa algo como "arroyo".
Potok! Potok! Potok! Potok! Potok!
viernes, 30 de septiembre de 2011
Potok! Potok! Potok!
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M'he apuntat al grup de fb de boymeat. Sembla molt simpàtic. El gelat m'hi ha decidit.
ResponderEliminarHéctor!!!! qué ganas tengo de verte!!! me ha encantado este post
ResponderEliminarla diferencia entre un cuaderno de viaje y *un cuaderno de viaje* está en la comida. siempre que comes bien, haces unos reportajes... :D
ResponderEliminarel helado es un es-cán-da-lo, es un escándalo
Que vas menjar-te dues figues a Croàcia? Això sí que és un es-cán-da-lo, es un escándalo!!!
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