Vivir fuera no es solamente vivir fuera, es vivir otrora. Más bien, es vivir fuera de la memoria colectiva de la que uno viene, y sobre todo, aprender a negociar estar a la deriva en la memoria ajena. Si en Francia me sacaba de quicio la frecuencia de las siglas para cualquier cosa, aquí me encuentro con que, hablando con los residentes, todo existe en relación a un recuerdo que no comparto.
Cambridge, al ser más pequeño, se presta a que la cartografía en la memoria de sus habitantes sea más precisa, con detalladas acotaciones en cada estrato.
- Sí, ese el el restaurante vegetariano donde antes había una cadena de bocadillos.
- Vamos a lo que era un sitio donde arreglaban bicis.
- ¡Ah, lo que antes era el gimnasio municipal!
Lo cierto es que en el Reino Unido hay tanto pasado, que le llega a uno a la barbilla. Es como si todo el café fuera poso.
Para empezar a tener recuerdos propios y espiar los ajenos, he visitado un poco. Tengo una amistad de Copenhague viviendo en Glasglow, y fui de visita.
En Glasgow también se nota mucho que los lugares antes eran otras cosas.
Entre cuatro nos partimos una barrita Mars rebozada, que por lo visto es un invento escocés.
En Glasgow, de ochentaicinco concejales, nada más ocho son torys. Para muestra, un monumento a Dolores Ibárruri.
Hay un museo dedicado al transporte, diseñado por Zaha Hadid, que está muy bien.
Una caja negra roja.
También estuve en Edinburgo, donde se ve mucho más que las cosas han sido, pero sin irse.
Como el recuerdo de Diana de Gales en un club de fans o tienda de recuerdos. En este contexto, lo de tienda de recuerdos tiene mucha enjundia. ¿Son recuerdos de viaje, son recuerdos porque uno los compra para otro del que se ha acordado, o son recuerdos porque está tratando uno de adueñarse de la memoria del lugar visitado? Supongo que de Diana nos acordamos tanto como si hubiera sido propia.
A poca distancia del Parlamento, está Arthur's Seat, un conjunto de colinas.
Y en un parque, hay un monumento a Wojtek, el oso al que los soldados polacos sacaron de Oriente Medio durante la Segunda Guerra Mundial y llegó a ser caporal. Por lo visto terminó sus días en el zoo de Edimburgo.
Pero no podía quedarme en Escocia, y tuve que volver a Inglaterra. Cerca de Cambridge está la pequeña ciudad de Ely, que tiene una catedral espectacular.
Un día vi una demostración de barcos dragón en el río Cam, que interrumpía la britanidad del parque con unos farolillos festivos y muy bienvenidamente incongruentes.
Y luego tuve que ir a casa, para ir viendo si tenía que apuntalar mis recuerdos con cosas nuevas
Esta franquicia se ha extendido mucho. Entiendo que la gente compre sus productos, y se te llena la boca al decir el nombre. Es casi lo contrario a un trabalenguas.
Por desgracia, sí percibo la deriva en la memoria con mis seres queridos. Memoria audiovisual, sobre todo. Van a estrenar esta serie, que tendré que perderme, y también me di cuenta de cuán poco al día estoy con Paquita Salas.
Noventainueve grados en Castellar del Vallés.
Pero muchas cosas están ahí desde siempre, y no hace falta referirse a ellas con los nombres de antes, porque son los que tienen todavía.
Espero que el Norton, el Pulga y el Drogas sigan usando esos nombres, y que estén bien de salud.
Si quieres mi HBO yo no lo uso, te lo dejo
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