Desde el final de mi tierna infancia (porque los siete años ya no son tiernos, se mire como se mire), pensar en salami me lleva a pensar en Ceauşescu, y viceversa. ¿Le corresponde acaso a cada dictador un producto cárnico?
Probemos:
Francisco Franco - Morcilla de arroz
Adolf Hitler - Leberwurst
Kim Jong-il - Perro frito
Aquí he conocido a unos cuantos rumanos, y cuando le explicaba a una de ellos esta asociación de ideas mientras me daba a probar un embutido que se había traído de la tierra, caímos en que iban a echar un documental sobre Ceauşescu en el cine. A pesar de que el tema les daba un poco de pereza, conseguí convencerles para que vinieran conmigo y me explicaran cosas.
Me explicaron, por ejemplo, que la gramática del dictador era penosa y que los subtítulos en inglés del documental trataban de captar su poco don de palabra; aunque eso ya se percibe al oírle titubear durante las ruedas de prensa.
Su mujer, por otro lado, también tiene su interés. Si nosotros tuvimos a La Collares, los rumanos tuvieron a La Diplomas, una individua con estudios básicos que, de algún modo, se sacó, es decir, le sacaron un doctorado en algo de polímeros.
Pero de este recomendabilísimo documental me quedo, además de con el metraje sobre marchas en Corea del Norte, China y el particular nacionalismo folkista del Partido Comunista Rumano, con una observación proferida por el propio dictador, que tampoco llegó más allá de cuarto en la escuela, en un mercado lleno de comida que hace las veces de decorado para la ficción de prosperidad y progreso que Ceauşescu parecía creer sobre su país:
«El pan sabe mejor cuando se hace fuera del Capital.»
¿Es la misma abuela que llamas cada 20-N?
ResponderEliminarMe encanta la morcilla de arroz...
Un abrazo, Raul.
En To be or not to be de Lubitsch se profetizaba que del mismo modo que Napoleón acabó siendo un cognac, Hitler acabaría siendo un queso.
ResponderEliminarSuerte que la profecía no sé cumplió, al menos de momento (toquemos madera).