miércoles, 5 de enero de 2011

Lo pasemos bien


Anteayer volví de la maratón navideña. Diez días de avión, RENFE, ferrocatas, metro, autobús y bicicleta, una furgoneta y un audi azul noche. El vuelo de día tuvo seis horas de retraso, el vuelo de vuelta sólo cuatro. En el vuelo de ida, nos costó Dios y ayuda salir de Copenhague. Es un aeropuerto coquetón, con más zona de tiendas que puertas de embarque.

Durante la espera, pude disfrutar de las atracciones turísticas.

Y de las novedades editoriales.

Al salir, vi cómo nos rociaban con anticongelante desde una camioneta-torreta-grúa que parecía sacada del almacén de la lucha final de Aliens.

Los retornos a Sabadell, más que como Ulises, me hacen sentir como Orfeo. Volver a mi barrio natal me provoca irritación y tristeza. Me pregunto si toda esta historia de irme de los sitios no es más que una carrera para saber que estoy lejos del barrio, del descampado, el colegio, la Casa de los Pinos y la rotonda de la Plaza Filipinas.



Pero no os voy a mentir. Melancolía ha habido poca. He podido disfrutar de casi todos mis seres queridos y no he tenido que tolerar más que la dosis mínima de paripé. Aqui está mi abuelo Manolo, convertido en el Capo Mafioso de las Lechugas con un hábil e improvisado despliegue de utillaje.

Aquí está Sac, hecho todo un Perro Noël.


Aunque tanto sentimentalismo de reencuentro es pura hipocresía; a las Navidades uno va a comer.

Crema de puerro, cocido, lenguado comido sin hambre, trozos de bogavante apartados a una esquina del plato con el tenedor, hamburguesas vegetarianas, empanadillas chinas, croquetas a las 5 am, ensalada con sangre, ensalada verde, un cordero ignorado del que sí me comí la guarnición, capón, un menú a medias porque entero no nos cabía, lacón y pimientos del padrón, un par de incursiones en la comida rápida turca, la crema de color naranja de todos los fines de año, vinillo, vinazo, agua con gas, mojama, verdura al vapor, cuatro mandarinas, bizcocho con uva, algún cortado y el carajillo de rigor para que baje todo.

Alguien había tirado una caja de pan de centeno entre dos contenedores delante del Aldi, como dándome la bienvenida.


Nunca he entrado en ese Aldi, que hace relativamente poco que está en mi barrio. Una cosa interesante, a veces triste, de ir yendo y viniendo es cómo cambian las cosas. Aparecen edificios nuevos, de otros sólo queda el papel pintado en una medianera, alguien fallece y las familias se amplían. En casa de mi padre son uno más:

5 comentarios:

  1. Lástima que tu padre no tenga un gatete, porque a los gatetes les gustan estos cacharricos: http://www.youtube.com/watch?v=ewdbilSWjaM

    ResponderEliminar
  2. pan de centeno entre dos contenedores: lo que te gusta a ti.

    es una suposición, pero "qué falló en lo vuestro" será otro grato recuerdo. heart failed in the back of a taxi.

    ResponderEliminar
  3. así que a comer ¿no? ¡gordo, más que gordo!

    y en cuanto a tu pregunta sobre la historia de irte de los sitios... hombre, Freud, Lacan o alguno de estos no dudaría que sí, que es para saberte lejos ¿no?

    feliz año nuevo

    ResponderEliminar
  4. els meus pares en tenien un de robot rumba. El van posar en marxa i es van deixar la porta oberta. Tenen por que se li acabi la bateria i mori sola. Disfruteu-la mentre pogueu. I bon any, Hèctor!

    ResponderEliminar