domingo, 5 de junio de 2011

nomenclatura

Nombrar calles es o un arte o una tontería, pero tiene que hacerse. Por mucho que nos guste Rodoreda, que un rectangulito de cemento tirando a cutre se llame Plaça del Diamant parece, por lo menos, arbitrario. Esa misma arbitrariedad hace que haya Calles Mallorca, o Avenidas de la Solidaridad y que resulte legítimo que los acontecimientos de una canción para saltar a la cuerda sucedan en la Calle de la Bomba.

Otras calles parecen mejor nombradas, porque responden a funciones anteriores de la vía, como las calles gremiales que todos conocemos, o porque responden a algun rasgo de la calle, como la Avenida Diagonal. En Copenhague hay una Magstræde, que vendría a ser la Calle de los Retretes, porque los lavabos públicos estaban allí hace unos tres siglos. Ahora es una de las calles con el metro cuadrado más caro.

La clasificación no es exhaustiva, pero me atrevo a creer que el conjunto mayor de calles es el de las que se llaman como peña muerta. Seguro que todos hemos vivido alguna vez en una calle con nombre de alguien. A bote pronto, a mí me salen Fleming y Manuel de Falla.

Y dentro de dos o tres semanas me mudo a Saxogade. No, no es la calle del saxo porque no hay —por desgracia— un barrio de los instrumentos. La calle está dedicasa a Saxo Grammaticus, un historiador medieval que escribió la Gesta Danorum.

El piso está en Vesterbro, uno de esos barrios-obreros-venidos-a-más con carnicerías halal y estudiantes de comunicación audiovisual con sombreritos que parece que todas las ciudades europeas han de tener.

Ya empezaba a estar algo harto de vivir en el centro, y en verano va a ser terrible.

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