jueves, 10 de mayo de 2012

La mort i la primavera



"A l'atra banda del riu vaig deixar la pudor de la fulla menjada d'eruga i vaig trobar l'olor de les glicines i la pudor dels fems. La mort i la primavera. I vaig caure estirat a terra amb el cor buit de sang i les mans gelades."
 
Parece una antítesis lo que da título a esta novela. Cómo va a ser la primavera adecuada para significar la muerte? Pues lo es. La primera trae el primer calor, que trae el deshielo, y el deshielo es un apacible cambio de estado hacia algo menos,  el livor mortis del paisaje.



Es decir, una muerte pequeña y continua. Sigue haciendo frío pero aún así, todo se pudre antes. En primavera también se hace la gran limpieza general de las casas, y es cuando la gente tira los trastos que llevaban por allí desde noviembre, golpea las alfombras, compra cosas para quitar la cal de los grifos. Este reno murió poco después de Navidad en casa de algunos de mis vecinos y no supieron qué hacer con el cadáver hasta que se había terminado el deshielo.


Aprovechando la festividad del uno de mayo, estuve en este ritual primaveral reemplazado por un día de reivindicación reemplazado por una reunión alcóholica de estudiantes de secundaria (con patrocinio de los partidos políticos de izquierda) que es la celebración del día del trabajo en Copenhague, en un parque. Además de stands de partidos y de sindicatos, de paraditas de comida y vendedores de globos, había una parada de la agrupación de amigos de Corea del Norte en Dinamarca. No me atreví a hacer fotos de la gente, pero tenían una pinta importante de majaderos. Pero majaderos de pro, no como los humanistas apolillados de la conferencia de esperanto que hicieron en mi facultad el verano pasado.



Siguiendo con las manifestaciones primaverales de la muerte (y Corea del Norte un día de mayo es una buen ejemplo), estuve en los museos de cosas que dependen del Ministerio de Defensa. Primero el museo del ejército de tierra, que tiene una impresionante colección de cañones.


Y después el museo de la marina, con trozos de barcos con teclados de colores y más cañones.


Alguien había pegaba carteles en la calle para informarnos de que había perdido un perrito que se llamaba Chuck. Pero la foto estaba hecha desde un ángulo tan desafortunado que el pobre Chuck parece más bien un trofeo de caza y no un perrito vivo, tal vez perdido, a quien alguien pueda echar de menos. De nuevo, la muerte colándose en nuestros asuntos, como cuando nos sacan una foto con flash y salimos pálidos y con los ojos cerrados.


Pensando en trofeos de caza, y siguiendo los pasos de la muerte, su representación accidental o consciente y su presencia secular, fui al museo de zoología a ver una exposición temporal sobre arañas. Este ornitorrinco posado sobre un yin-yang verde y azul, parece que acabe de llegarnos de una peli de ciencia ficción de los sesenta en una cápsula de teleportación.


También me hace pensar en esos juegos de parchís que tienen los dados metidos en una esfera con un muelle, que permite tirar los dados encerrados dentro de ella sin perderlos.

En el museo hay otros juegos de mesa, como este complejo juego de estrategia al que unos niños estaban jugando. Me parece que, a pesar de las dos medias quijadas que su contrincante había colocado, la niña ganadora pudo poner su trozo de mandíbula detrás del cuerno. No sé si es muy fácil entender los movimientos de este juego, pero tampoco he entendido nunca por qué el backgammon está hecho a base de triángulos. Ni como se da jaque mate a algo que ya está muerto.


Procedí hasta la salida, pero en la sala donde están algunos de los restos paleontolǵicos, me puse algo nostálgico al ver este gliptodonte. De niño tenía un libro (creo que puede estar en casa de mi tía Montse) de poemas sobre animales. Claro que cuando yo tenía diez años el libro era de poesías, no de poemas. Recuerdo que había una sobre una tortuga, una sobre un yacaré ("ojos con luz de quinqué", rimaba consonante) , una sobre una pantera y otra sobre un gliptodonte.



El poema (ahora ya poema porque lo recuerdo como adulto) hablaba sobre la tristeza y la soledad del esqueleto de un gliptodonte en un museo. Decía algo así como:

"[...]
El gliptodonte, sí
el gliptodonte del museo de historia natural
necesita que vayas a verle los domingos
con tu amigo, tu hermano y tu papá
[...] "

No fui con ningún miembro de mi familia, pero sí con unas cuantas amistades. Estuvimos mirando cómo nos habría sentado ser un caballo muerto. Yo creo que me va bastante bien con la camisa (que me ha encogido bastante, ahora que me fijo).
 


2 comentarios:

  1. BRA-VO
    Héctor at his finest.
    Clar que ja en tenies convençut a Corea però un ornitorrinc tampoc es moco de pavo.
    Ah, i el glipodonte. oh, el glipodonte.
    I el cap de gos sense gos... Increïble. Es com un símbol heràldic per un noble que no es podia permetre un cap de Lleó

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  2. veus? te deia que sóc tan moderna que els meus col·legues modernos escriuen coses xulíssimes només que els hi caigui un gelat a terra... (pobrets)

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