martes, 24 de julio de 2012

Islandia o la imposibilidad de una opinión I





— ¿Qué es lo más te ha gustado de Islandia?


La pregunta es inofensiva, pero te ves incapaz de responder. Siempre puedes recurrir a decir algo obvio, tal o cual volcán, la cascada esa. ¿Pero y si no es verdad?


Además, ¿cómo vas a responder si todavía no te has ido? Claro, hay cosas que te han gustado, pero no puedes predecir qué es lo realmente memorable. Algo trivial podría revalorizarse al pensar en ello y de golpe cobrar importancia al convertirse en una anáfora.


 Bueno, he venido a ver a Fabio, un amigo que vive aquí. Tenia muchas ganas. Pero no sé si soy capaz de responder todavía. A veces no sabes si una película te ha gustado hasta el día siguiente, y me parece que necesitaré un par de días para digerir estos últimos cinco.


La memoria del viaje empieza a sedimentar con el trayecto en autobús que va de la ciudad al aeropuerto. Aquí se da la primera anáfora obvia al reconocer el vehículo y el campo de lava que te había impresionado al llegar y que ahora, visto lo visto, te resulta casi familiar. Te abrochas el cinturón (en Islandia los autocares llevan cinturon) y preparas una respuesta a esa pregunta que, a fin de cuentas, no vas a responder a quien la hizo, sino a ti mismo.


« Nada más llegar a Islandia, como me habían metido miedo con los precios del alcohol, compré un par de botellas de vino de cortesía en el duty free. No conocía ninguna de las marcas así que me decidí a comprar por la etiqueta. Este vino austríaco tenía etiquetas muy bonitas, hechas por una ilustradora islandesa. El vino resultó ser regular, y los precios, alto más altos que los de Dinamarca. 





Llegué a Reykjavic a la una de la mañana, y Fabio me vino a buscar a parada de autobús de delante de una iglesia nueva feísima. Ésta es la luz de esas horas.




— Estos días estoy trabajando con una cosa de unos asfaltos—Fabio es, entre otras cosas, geólogo— y no voy a poder hacer muchas excursiones. Pero Luis, que hizo la carrera conmigo, viene en un par de días y podréis ir juntos. Una amiga nos deja un coche.


Antes de la llegada de Luis, hice, como correspondía a un turista, un viaje organizado en pack con cuatro paradas en lugares de interésÞingvellir,Gullfoss, Geysir y Kerið.»


Þingvellir (la primera letra se pronuncia como una ceta) es el sitio original del parlamento islandés, fundado en siglo X. No escogieron el sitio por las vistas, sino por la relativa accesibilidad desde los diferentes rincones habitados de Islandia y porque el propietario había sido juzgado culpable de asesinato y las tierras, expropiadas. 




Gullfoss es una doble cascada enorme. Si hacéis click en la foto podéis ver personitas a la izquierda, que dan una idea de la escala.






Geysir es el géiser que dio el nombre al fenómeno. Ahora ya no erupciona pero el géiser Strokkur, de al lado mismito, sí lo hace.






Kerið es un lago de cráter en un volcan inactivo. El color azul brillante se debe a los depósitos de minerales en el fondo.


« Al día siguiente, con la llegada de Luis, fuimos a recoger el coche que nos prestaban. La propietaria del coche es Julia, una médico alemana que trabaja en Selfoss, un pueblo de las afueras. De Selfoss nos fuimos al sur a pillar el ferry hacia las islas Vestman.»




Las islas Vestman están al sur de Islandia. Así se ven desde la costa sur.



«Nos cruzamos, en un puerto que hedía, con un crucero de lujo que se llamaba Le Boreal y, casi seguro, explotaba la imagen corporativa de una empresa de cosméticos. Supongo que uno se dirá a sí  mismo "porque yo lo valgo" cuando se va de vacaciones de crucero.


Heymaey, la única isla habitada del archipiélago, experimentó una erupción volcánica en los setenta que dejó a muchos pescadores sin casa. Los cinco mil habitantes de por aquel entonces fueron evacuados y sólo hubo una baja, un marinero que se asfixió mientras saqueaba una farmacia. »



La masa negra en primer término es el montículo resultante del enfriamiento de la colada de lava. Cuando se dio la erupción, los islandeses consiguieron unas bombas de agua y estuvieron semanas bombeando agua de mar para enfriar la colada y tratar de reducir los destrozos. A pesar de la destrucción de la mitad de la población, consiguieron mantener la configuración del puerto. Si se hubiera destruido la bahía, muchos de los pescadores se habrían quedado sin modo de practicar su oficio. Después de los seis meses que duró la erupción, la isla había ganado dos kilómetros cuadrados de extensión.


Encima del montículo, hay carteles que dicen "esto era la Calle Ancha" o "Aquí vivía tal familia". Hay una casa que quedó medio cubierta por la lava y sobresale del talud.











«El puerto de Heimay está decorado con temática piscatoria. Asi, en lugar de pasos de cebra, hay pasos de bacalao.







Y no sé yo qué me ha gustado. ¿Cómo se forma uno opiniones sobre alto tan absoluto como el paisaje? Las nociones usuales de gracia, simpatía o desagrado no pueden aplicarse. Como mucho puede empatizarse con los pescadores desahuciados por la erupción, pero ante la Islandia geofísica no puede uno más que admirarse de forma poco abstracta. Pero bueno, me quedan un par de días de viaje por repasar. A lo mejor se me ocurre algo.»












2 comentarios:

  1. Pues a mí lo que más me gustó fue el hecho de poder acceder a paisajes en los que no se veía mano del hombre por ningún lado. Eso me dejó impresionado. También está la cercanía de los islandeses, tan monos ellos.

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  2. Lo mejor de Islandia es que hay mucho vaho y algunos búhos. En mi opinión.

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