El mundo reabre como si nada. O como si poco. O como si las consecuencias hubieran de ser menos graves. Recuperamos incluso la vida nocturna, y los antiguos hábitos de viaje.
Estuve en Bletchley Park, el centro otrora secreto donde los Aliados descifraban códigos alemanes durante la GMII. Hoy es un museo.
Hay unos ladrillos con nombres de gente, y todos tienen la letra V (de Victoria, digo yo) en Morse.
Los anexos de la mansión están integrados un poco de aquella manera.
Hay una máquina Enigma que Alemania envió a Franco durante la Guerra Civil 36-39 para garantizar comunicaciones seguras con el Eje. Esta máquina operaba en las Islas Canarias.
Hay una sección del museo muy graciosa sobre el uso de palomas mensajeras en inteligencia.
También estuve en casa. Era Navidad pero parecía la Cúpula del Trueno.
Panaderías que escriben en fonética, con la ele catalana está velarizada como Dios manda.
Desde niño me ha fascinado el búho de Demoliciones Marcos. No sé quién pensó que era buena idea un búho, pero hay que reconocer que es cojonudo.
Cocodrilos de juguete como abuelos mirando unas obras o una demolición.
A la vuelta estuve en Londres. En la zona olímpica hay una torre-atalaya diseñada por Anish Kapoor que se llama Orbit. Es graciosa, tirando a fea, extrañamente sesentera.
Luego fui a Oxford, que es la hermana mayor de Cambridge.
El escultor que hizo las estatuas del Museo de Historia Natural de Oxford debía ser o muy caprichoso o un gran observador de carácter. Nada más hay que ver como Darwin cruza los pies.
Las esculturas de Degas tienen muy bien movimiento de piernas también, aunque se les haya dado menos prensa que a sus pinturas.
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