lunes, 29 de agosto de 2022

El cangrejo intocable contra el ultracuerpo suizo

En junio estuve en Suiza. Vinieron a verme mi madre y mi tía. 

No a Suiza, a Londres. 

A ver, por partes. 

Estuve con las Alonso haciendo cosas inglesas. Inevitablemente, eso quiere decir comer pescado con un rebozado bastante gordo.



Fuimos a una exposición sobre el surrealismo en el Tate Modern, que ya estaba premonizada por el arte callejero.

Esto es un detalle de un cuadro de Remedios Varo, donde unas mujeres tejían la corteza terrestre.

Este cuadro se llama Ultracuerpo en Suiza.


Y vamos, ese ultracuerpo podría ser un servidor. Fui a Zúrich a una boda, o más bien al ensayo de vestuario de una boda. Los novios se equivocaron de fecha. No es un decir, se equivocaron de fecha. Tuvieron que cambiar de planes a una semana vista pero hicieron un simulacro para los que veníamos de fuera y no podíamos cambiar vuelos.

La capilla del aeropuerto en Gatwick. Es una pena que se me haya ocurrido en este viaje, creo que a La Menor Intención le habría venido muy bien tener un catálogo de capillas de aeropuerto, así que voy a tratar de documentarlas a partir de ahora.


Y esto es un fresco de una capilla como Dios manda en Zúrich, que representa la leyenda fundacional del convento al que pertenece. Las hijas de un rey se encontraron un ciervo con astas brillantes (un motivo que pega muy fuerte en Europa Central) y decidieron fundar un monasterio allí donde les guió la bestia.


El mismo monasterio tiene unas vidrieras de Chagall



Una efigie de Nuestra Señora desfigurada durante la Reforma.


Aquí pone "lenguas" en alemán. El cura había puesto palabras en las columnas para evocar cosas que le gustaban a él de la cristiandad, incluyendo el vino y las lenguas. A quién no.


Vista del lago desde la ciudad.





Donde también hay un lago muy bonito es en el pueblo de Zug, que más allá de un pequeño casco antiguo viene a ser todo oficinas. 




También tiene otra pared de la que sobresale, esta vez, una nariz.



Tampoco puede uno obviar que Suiza es el país del peluco.



A quien no le habrían dejado ser modelo ni de pelucos es a Michelle Miles, autora de esta pieza de video donde hace de modelo de manos mostrando su atrofia muscular, con el texto de rechazo de una agencia de modelos a causa de su silla de ruedas.




Esto es en Kunsthaus Zürich. Como los suizos tienen panoja también se pueden permitir museos la mar de aparentes. Aquí, un Franz Kline.




También había cuadros muy bonitos de pintores suizos a los que no conocía de nada. Por lo visto les gustaba mucho pintar mujeres con el culo a la izquierda y mirando a la derecha, ocultando la cara un poco.






Había un señor que se llamaba Rudolf Koller que pintaba retratos de vacas, porque era suizo y la cabra tira al monte.


Me sorprendió encontrarme el Héctor y Andrómaca de Chirico. Tenía el cuadro visto de libros, y supongo que lo tenía presente por puro narcisismo.




De hecho, un día en Cambridge, un taxista me preguntó, sabiéndose mi nombre porque lo había visto en la reserva de la app:
- ¡Ah te llamas Héctor, como el príncipe de Troya!
-  Er... sí.
- ¿Cómo se llamaba la esposa de Héctor?
- .¿.. Andrómaca...?
- ¡Sí señor!

El taxista resultó ser un estudiante de arqueología clásica que era griego para más inri. Se puso muy contento cuando supe responderle. Que te hagan preguntas enciclopédicas para poderte subir a un taxi es lo más Cambridge que me ha pasado nunca. Lo siguiente es que tu taxista sea la mismísima esfinge de Tebas.


Este San Antonio predicándole a los peces tenía mucha gracia, pero creo que la tintorera no acaba de seguir el contenido del sermón.


Un Toulouse Lautrec muy bonito. 


Y estereotipos raciales de otrora en el embalaje de unas pastas al huevo.


También estuve en el Cabaret Voltaire, que ahora ha reabierto como museo.



Pero a Zúrich había ido a una boda. Aquí sale el invitado más distinguido, el perro de las arras.


El convite fue en la sede histórica del gremio de tejedores, que ahora sirve además como restaurante. Tienen vidrieras que representan los otros gremios de la ciudad, incluyendo la serpiente dorada del gremio de herreros.




En el museo nacional había un uniforme de la guardia suiza.


La sala de rezo del aeropuerto de Zúrich, más sobria que la de Gatwick pero mucho más sosa.


De vuelta a Inglaterra, el paisaje alpino no nos dejaba de lado, incluso en Apollo Banana Leaf, un restaurante de Sri Lanka en el sur de Londres con comida muy buena y nombre de bar de chaperos.


Callos en salsa de cinco especias en un restaurante chino de Cambridge. Estaban muy buenos, sin ser yo fan del todo.



Este cartel, de estar en cristiano, diría "el cangrejo grande no tocarlo".


Aquí el cangrejo grande.


De tocarlo nada, copón. Lo tienen acordonado.

En Londres estuve en el museo Horniman, que es la casa-museo de una familia que se hizo rica con el comercio del té. Del té Horniman's claro. Lo curioso es que eran importadores-exportadores de té chino, que en Inglaterra tenía mucho menos mercado que el té indio, de manera que la marca es mucho más conocida en ultramar.

El museo tiene su lado de museo etnológico rancio (que trata de ser menos colonial), y su lado de museo de historia natural rancio con mucha taxidermia.

La sección antropológica estaba actualizada siguiendo un criterio que requería documentar la fiesta sueca del cangrejo de río con un montón de invertebrados de plástico, que estaban detrás de una vitrina y tampoco podían tocarse.


Un diorama de jilgueros.



Dientes de tiburón organizados como sonajas de pandereta.


Un diagrama de la selección artificial del lobo a diferentes razas de perro. Quienquiera que disecara ese lobo le puso una expresión de cuento de los hermanos Grimm. Parece que esté a punto de revelar a las cabritas que en realidad no es su madre.


Un pangolín.


Y la pieza estrella de la colección, una morsa.


Este murciélago de la fruta, así de pie, parecía un hombre lobo paracaidista.


En el British Museum había otra efigie desfigurada, esta vez por el tiempo y no por la Reforma.



A pesar de la falta de inversión en infraestructura de transportes, sigo yendo entre Cambridge y Londres.


Estoy muy contento con mi barrio. Hay parque/reserva natural en lo que había sido un tramo de vías.
Puede que porque hay árboles, o porque se trata de un lugar de abandono positivo, hay un árbol donde los padres de víctimas de muertes infantiles prematuras cuelgan medallas de madera con el nombre del niño. Añadir una foto me resultaba de poco gusto, pero me hizo acordarme de los árboles de chupetes de otros parques, que también son un árbol dedicado al abandono.


Supongo que siendo un lugar de regeneración y abandono en positivo, es normal que haya tantas mierdas de perro, en esta composición digna de galería contemporánea.




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