«Hamlet - ¡Oh! No se trata de eso. No os quiero confundir con mis criados que, a fe de hombre de bien, me sirven indignamente. Pero, decidme por nuestra amistad antigua, ¿qué hacéis en Elsingor?
Ricardo - Señor, hemos venido únicamente a veros.
Hamlet- Tan pobre soy, que aun de gracias estoy escaso, no obstante, agradezco vuestra fineza... Bien que os puedo asegurar que mis gracias, aunque se paguen a ochavo, se pagan mucho. Y ¿quién os ha hecho venir? ¿Es libre esta visita? ¿Me la hacéis por vuestro gusto propio? Vaya, habladme con franqueza, vaya, decídmelo. »
Miquel y Anna acaban de irse. Vinieron este fin de semana, y juraría que sí vinieron por gusto. Las métricas en este campo no están muy estandarizadas, pero son bastante amigos míos, y al margen de la alegría intrínseca de la visita en sí, he tenido también la alegría de poder usarles como pretexto para hacer cosas que no iba a hacer por mi cuenta, como ir a Kronborg el sábado.
El castillo está en el punto más angosto del estrecho de Øresund, y fue en su día una fortaleza que servía para asegurar el cobro del aranceles para barcos de y hacia el Báltico. Esta aduana fue uno de las fuentes de ingresos más relevantes para la corona danesa (se estima que unos dos tercios de los ingresos en los siglos XVI y XVII!) pero me parece que lo más relevante para nosotros es que es el castillo donde empieza Hamlet. O al menos, es el único castillo de la localidad de Helsingør, que sí sale citada en la obra.
Estuvimos paseando por dentro, salón de baile incluido.
En el castillo también hay un museo marítimo.
Tiene unos cuantos mascarones de proa expuestos, pero ni una sola teta al aire.
La hoja técnica de un barco nos dice que su carga típica son bidones.
Aquí están los visitantes, tomando el sol en la playa frente al castillo. El gorro de lana de Anna ha sido muy comentado estos días. Sosteníamos que era, entre otras cosas, un disfraz de cocker spaniel, pero ahora más bien me parece un chucho de crema o un pan chino
La playa, tan pedregosa y todavía con nieve, parecía sacada de El Séptimo Sello.
Pero no jugamos precisamente al ajedrez. Estos dos se presentaron en casa con unas barajas de Magic, por si nos pillaba el mal tiempo.
Pero antes de eso, nos dio tiempo a ver algo del barrio Vesterbro, y de ver la calle donde pasé la primera semana en Copenhague, justamente en el hotel Absalon.
El domingo, después de desayunar cosas con nombres tan rimbombantes como Frøsnapper o Fastelavnbolle, que son unas pastas que se hacen durante los dos días que dura Fastelavn (el resto de Carnaval que hay en Dinamarca), estuvimos paseando por la ciudad.
Fastelavn es una fiesta centrada en los críos, sin tanta participación adulta. Pudimos fotografiar a un Niñosaurus (con permiso del Madresaurus, claro).
Anna trató de matarnos de un susto en el jardín botánico:
Y vimos el rincón del restaurador ("dentista de cuadros") en la Pinacoteca Nacional:
Nos comimos unos trozos de pastel en La Glace, como este Sportkage (sí, sí, pastel de deporte), de dudosa etimología y esponjosa contundencia. Es una especialidad de la pastelería, y por lo visto lo inventaron para una obra de teatro que se llamaba El Deportista, no sé si para que alguien se estrellara contra él o para comerlo en el estreno.
Y luego fuimos a la gliptoteca.
"Mucha arena este cemento."
Y, como no podía ser de otra manera, fuimos a hacer lo necesario.Todo lo que se ve detrás de la sirenita es una capa de hielo de un par de dedos de espesor.
El lunes, mientras yo trabajaba, se fueron por su cuenta a ver otras cosas. Entre ellas tiendas de Lego donde puedes comprar a granel.
Y hoy han vuelto a casa. Se les habrá muerto el pez de colores en su ausencia?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¡Sois los mejores compañeros de piso que uno pueda pedir!
ResponderEliminar¡Lindas las fotos! :)
Jo un dia vindré a veure't, i després de saludar-te i tal me n'aniré de cap a la botiga aquesta del Lego :)
ResponderEliminar