domingo, 4 de marzo de 2012

Carne y leones III - Múnich



Después de una semana checa de cursos interesantes, networking (que es el término técnico para tomar cervezas. con la gente de la profesión de uno) y café espantoso, tenía una pequeña escala en Múnich de un par de días. Tras cinco agradables horas en autobús campo a través, llegaba a la estación central.

Lo primero que se tiene que hacer siempre al llegar es tomarse una cervezota, y pude asomar el hocico por la cervecería más conocida de la ciudad (y por extensión, de Alemania, supongo), el Hofbräuhaus am Platzl , que no es la cervecería donde se organizaban golpes de estado, pero el sitio tiene su historia y su interés.


Múnich se parece a Copenhague en esto de ser una ciudad rica y provinciana convencida de su capitalidad, aunque tiene sin duda más brilli-brilli y menos saber estar hanseático. Hay algo de catetez hidalga santanderina o donostiarra. Se ve que son católicos, vaya.



Una de las cosas más impresionantes de esta ciudad, aparte de los jardines y palacios reales, es el Monumento a Michael Jackson.

Muestro aquí los cuatro lados del mismo.






El monumento además es algo reaprovechado. Las fotos y flores están pegadas al pie de un monumento a un poeta histórico que se llama Roland o algo así, ahora eclipsado por la memoria del Rey del Pop. Como se ve, es un momumento erigido (vamos, encolado) por los fans del cantante y no por ningún estamento, y en él se distingue el amor por el detalle propio de quien hace las cosas con devoción, como las torres Eiffel de palillos o las claras montadas a mano. Vean, si no, la escobilla y el recogedor.







Seguro que, en algun sótano suburbano de la capital bávara hay un calendario hecho en cartulina rosa y boli de purpurina donde se ha establecido quién tiene que ir limpiando el monumento, como una organización anarquista cursi que revive en Michael Jackson la escena del mantenimiento de tumbas con la que empieza Volver, de Almodóvar. Y es que Múnich es de traca. Para quitarme un poco el tronío del paladar, estuve en el Deutsches Museum, que es el mayor museo de cosas en el que he estado jamás. Había historia de la navegación, de la aeronáutica, vértebras de ballena, molinos de agua a escala 1:1, planetario y hasta una sección -francamente aburrida- de geodesia.





Y claro, a sólo dos horas en tren de Neuschwanstein, cómo puede uno abstenerse? Esto son los Alpes, vistos desde el pueblecito más cercano al castillo, donde para el tren.


Y esto es un lago helado y cubierto de nieve.


El castillo, o lo que se pudo acabar de él, es impresionante, un poco para mal, o para algo entre muy bien y muy mal, que vendría esa sensación de vértigo, incredulidad y placer terrible ante lo kitsch. Los pasillos de una zona son románicos con un algo monástico de irlandés, el dormitorio es una fantasía gótica como el Jorobado de Notre Dame de Disney y la sala del trono es de un estilo bizantino reinterpretado con la gama de colores de las revistas de los Testigos de Jehová. Por desgracia no me dejaron sacar fotos del interior, así que hay que conformarse con las vistas exteriores, andamio inclusive.





Y con esto se cierra mi breve contacto con Baviera, su pijerío y su patrimonio. Sirva de muestra este último botón (de polito).

4 comentarios:

  1. bueno, lo que quería decir, es que cada día escribes mejor, si es eso posible

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  2. A mi me dijeron que en Alemania (al menos los del sur) dicen que el reloj va hacia atrás en vez de hacia delante. <- iba a sacar conclusiones de esto para tu entrada, pero lo dejo sólo así para decir: "mira lo que se" XD

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  3. dentro de la carta cromática y el lenguaje gráfico propio de una mezcla entre un concierto de Take That y el recibidor de una señora que asiste religiosamente a la Feria de Abril todos los años, ese monumento de papel a Michael Jackson destaca por su orden y pulcritud, sin duda

    estas tres entregas de lo que dieron de sí tus viajes de febrero son, me aventuro a decir, de lo más inspirado que se te ha visto, pero es que con tal materia prima... jaja

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