sábado, 18 de septiembre de 2010

Agua roja y cielo gris


«Escribo desde el aeropuerto de Bergen, matando el rato en la vuelta a casa. No sé cómo de legítimo es eso de "a casa" teniendo en cuenta que ayer justamente hizo un mes de mi partida de Barcelona. Me imagino que la casa de uno es allá donde se dispone de mantas y un cable de ethernet, siempre y cuando ese allá no sea un hotel y la cama permanezca deshecha.

El curso ha acabado gustándome regular. La única charla que me ha parecido interesante ahora que me siento y hago retrospectiva era la de un tipo que representaba a Temis, una empresa donde hacen extracción de información (como identificación automática de nombres de compuestos químicos para Nature y la sugerencia de "articulos relacionados" de la web de Springer, que funciona de forma muy distinta al sugeridor de "otros usuarios compraron también..." de Amazon.com, por motivos técnicos que os voy a ahorrar). El resto, mucho lirili y poco lerele.

Estos días hemos hecho un poco el turista, hasta tuvimos una vuelta en barquito por la linea de la costa. El barquito es propiedad de un miembro del personal administrativo de la universidad , una señora muy enjuta y muy maja que se llama Tove o algo así (como hay tantos nombres nórdicos que acaban en -e, uno no sabe muy bien a qué atenerse), con su marido al timón. Como no podía ser de otra manera, me dejé la tarjeta de memoria puesta en el ordenador, así que no hay fotos.

El día anterior había una excursión prevista, pero el mal tiempo impidió que sucediera. Aún así, unos cuantos, más provistos de optimismo que de sensatez, nos echamos al monte. Por fortuna, tuvimos un armisticio de dos horas y pudimos subir por un camino asfaltado hasta un pequeño pantano de agua herrumbrosa, dar una vuelta, ver el paisaje y bajar porque apretaba.

Sobre el cartel del hospital psiquiátrico universitario, unos gorriones tela de gordos ("alguien voló sobre el nido del gorrión", me decía a mí mismo, encantado con mis propios chistes):


Mucho verde:

Muchísimo verde

La comida durante estos días ha sido bastante terrible, no acabo de entender cómo el almuerzo en un clima frío puede consistir en bocadillos refrigerados. La cena del curso no fue gran cosa, y eso que teóricamente nos llevaron a un sitio fino al que se subía en funicular. Las vistas, a pesar de la niebla (¡o gracias a ella!), preciosas. El menú, justico. Sospecho que los noruegos carecen del concepto de gastronomía, o que dicha gastronomía se encuentra en un estado primitivo: si quieres que algo esté bueno, échale azúcar. Si es un animal, puedes ahumarlo o secarlo. Luego si quieres le echas azúcar.

Pero estoy siendo injusto: el miércoles cené con Núria (mi directora en la UPF) en una trampa para turistas del puerto y tomamos un pescado muy bueno a un precio enorme y casi abstracto, como las hipotecas. Aparentemente tendremos que volver en mayo así que habrá que darle a Bergen una segunda oportunidad. Nos han regalado un paraguas.

Siempre acabo hablando de cuartos, catalán de mí, pero fijarse: echamos cuentas y, en el restaurante donde cenamos, una botella de Marqués de Cáceres (unos siete eurillos en un Carrefour) cuesta aproximadamente 50€. Tanto Suecia como Noruega tienen impuestos muy severos sobre el alcohol.

Si cuando salía de Copenhague este domingo había dos matrimonios de ancianos daneses jugando juntos a las cartas en el aeropuerto, hoy tengo a mi izquierda a dos parejitas de adolescentes noruegos jugando a las cartas. Los abueletes montaban más escándalo. Por cierto, qué bullicioso es el bar en este aeropuerto. Acaban de retrasarme la vuelta a las nueve, así que llegaré a casa a las once entre pitos y flautas. No tengo muy claro qué haré este fin de semana además de pasar la aspiradora.

La semana que viene es la última semana completamente libre de la que dispongo antes de empezar a currar, así que tendré que dedicarla a resolver cuatro cosillas pendientes; mirar detalles de contrato, abrirme una cuenta en cuanto me llegue el CPR (el número de ciudadano) y ponerle a Frenazø una luz que vaya a pilas.

La bici tiene una luz de dinamo, que tiene mucha gracia porque hace un ruidito que es como el zumbido producido al pasar las yemas de los dedos por un paraguas abierto. Hasta ahí es gracioso (aunque la dinamo consume un poco del impulso del pedaleo) pero es como un tiburón y se muere cuando dejas de pedalear.

En fin, me voy a la librería de la terminal a hojear traducciones al noruego de Dan Brown.»

Al llegar a casa me encontré con una postal que me había enviado Estanis. Es realmente bonita. ¡Y qué buena letra! Nadie diría que eres zurdo.

6 comentarios:

  1. ¡te acuerdas de que soy zurdo! recuerdo que lo comenté en una cena tal que así:

    - es absurdo.
    - sí, soy zurdo.
    - no, he dicho que es absurdo.
    - ¡ah! (... *mierda*)

    ver la postal en el blog es la mejor respuesta que me podías dar.

    me fascinan los gorriones del hospital psiquiátrico; tengo algo con los animales en estas circunstancias, me parecen extremadamente graciosos y enajenados de todo.

    es el segundo sábado que leo cómo te va todo al llegar a casa antes de irme a dormir.
    un abrazo

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  2. pd: la foto de "agua roja / cielo gris", preciosa

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  3. los blogs tienen esa gracia de poder contar los chistes en los que te has parecido graciosos para el disfrute de los lectores.

    Los lectores, al menos en estos blogs de amiguetes, suelen ser benévolos.

    Yo, estando de vacaciones este verano le llamava casa al hostal en el que dormimos una semana. Es más, creo que incluse le llamé casa a un hostal en el que pasamos 3 noches.

    Y eso que no tenian ni ethernet ni camas echas.

    Igual casa es donde puedes dormir sin pasar frio.

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  4. Es curioso la etiqueta de "Labordeta", ¿Sabes que murió ayer, no? Así me gusta, pronosticando y preludiando muertes ajenas.

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  5. Tot molt interessant, Héctor, però... HAS VIST EL MUSEU DE LA LEPRA???

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  6. ostiiiii, el MUSEU DE LA LEPRA!!! Se m'havia oblidat completament. Aquest maig no me'l perdo.

    Y por lo que a Labordeta respecta, sí que ha sido una mala suerte eso de empezar a mentarlo y que la casque. Seguiré usando el tag para cuando viaje; ahora que Labordeta ha muerto este blog ya tiene otro santo patrón (aparte de Saint Dennis que se recoge la cabeza, claro)

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