martes, 23 de octubre de 2018

Recámara de fotos





Tenía todo esto subido desde hacía un par de meses, pero me faltaba la parte que más me gusta y que más tedio da, según el momento; vamos, me falta escribir.

Lo que viene a continuación son fotos de un par de exposiciones, una en una casa museo pequeña y coqueta, y otra en uno de los museos grandes de la ciudad.

En la casa había una exposición de un señor que se llama Piero Martinelli, y eran, hablando mal y pronto, retratos de religiosos y de pordioseros italianos.



"Pordiosero" es una palabra muy de mi abuela Isabel, a quien a lo mejor le habría gustado mucho ver estas fotos. O a lo mejor no le habría gustado nada, porque en el fondo tampoco le gusta el miserabilismo.

La otra exposición, que quitaba el sentío era una de dos artistas inuit, Kenojuak Ashevak y Tim Pitsiulak.



Tim soñaba con acercarse mucho a las morsas. Lo de la izquierda es su cámara, en una situación imaginada.


Y aquí más morsas, vivas o descuartizadas.





Y luego, una tercera exposición más pequeña de jóvenes artistas canadienses de origen asiático. Esta instalación era un iglú montado dentro de un durian gigante, y trataba de representar el calor y la insularidad de su familia.




También se encuentra uno arte en cualquier lado hoy en día. En Toronto hay una fuente donde los surtidores son perretes. 



Y en mi despacho hay fotos de los periodistas de Reuters. Hay una muy bonita de un lago en Kazajistán, pero hay una de un aplec casteller que hace más gracia. Los de turquesa son els Castellers de Terrassa, ¿no? 



sábado, 20 de octubre de 2018

Saturno se veía bien





Fui a una cosa de ver los planetas. No a ojo desnudo, aunque Venus sí que se veía. Había estudiantes y profesores de física de la Universidad de Toronto con telescopios en una cancha de tenis. Me gustó mucho ver Saturno.


Unas semanas antes, estuve en las cataratas del Niágara, acompañando a Paw y Maher, dos amigos daneses que vinieron unos días. Y con Daniel, que insistió en darnos una experiencia norteamericana de manual.





Bonito ¿eh? Lo difícil evidentemente es sacar fotos sin que estén llenas de gente.

Las cataratas están muy bien, pero cuando te has metido tres horas de coche con los churumbeles, no puedes volver a casa inmediatamente después, porque se te amotinan.

Para paliar este problema, montaron Clifton Hill. A ver, "hill" es colina, y la colina ya estaba ahí de antes. Pero la casa inclinada, el tren de la bruja, los cines, los sitios de crepes y churros y fritanga dulce, todo eso, lo tuvieron que poner.



Mi atracción favorita, como no podía ser de otra manera, es el minigolf de dinosaurios.



Tiene hasta un volcán que suelta una llamarada cada cinco minutos.

Igual que la extinción triásica dejo paso a otras especias, del minigolf de dinosaurios fuimos a una tienda de caza, pesca y cosas de exteriores que se llama Bass Pro Shop. Por lo visto el modelo de franquicia requiere que todas las tiendas tengan un montón de animales disecados.


Pero un montón, y en todos lados.


Y en eso radicaba la experiencia norteamericana que nos había prometido Daniel.

Bueno, en acabar cenando poutine.