jueves, 5 de diciembre de 2019

Las bombas de humo y la pelusa prohibida

Las cabinas de teléfono en Inglaterra son tan simpáticas como obsoletas. 


Cerca de casa hay varias que se utilizan como expositores de agencias inmobiliarias. Algo más lejos  de casa hay una cabina en medio del bosque. Las iglesias también abundan, y en los bancos, hay cojines bordados que hacen las feligresas. 



Más bien creo que es algo que hacían. Tropezándome con más cosas del pasado, vi una pila de cintas de VHS con capítulos de Expediente X. Bueno, eso ponía en la cinta.



De niño, en la época del 486, me fascinaba el degradado del la esfera en logo de Scotch. En su día fue moderno. Cerca de una de esas iglesias de cojines bordados hay un cementerio. Una de las tumbas tiene unas bolas de vidrio vagamente familiares. Y conejos de porcelana.


Cuando vivía en París nunca quise ir a Eurodisney. Y sin embargo, mucho más lejos, me encontré con esto. 



Esto es el Disneylandia de Hong Kong. No tenía muy claro qué estaba haciendo en Hong Kong, y menos en Hong Kong en noviembre de 2019. Desde luego lo que estaba haciendo era no decirle a mi madre dónde estaba, no fuera a ser que le diera algo a la pobre.

Para variar, había ido para una conferencia. A diferencia de otras veces, pude visitar la ciudad.  



También me encontré con un par de manifestaciones (evitando un par de bombas de humo). Nadie me hizo un masaje con las tetas.


Los andamios por allí se hacen todos con bambú. Se ve alguna columna metálica, pero el andamiaje es siempre de bambú. Incluso las reformas del castillo de Disneylandia de más arriba.


Mi motivación ulterior era, sobre todo, comer. Al margen de los peores almuerzos de conferencia que me he encontrado, comí tan bien como me esperaba. En un restaurante compartimos unas palomas asadas.


También hubo fideos, zhou (gachas de arroz con encurtidos y carne salada), empanadillas de sopa y claro, empanadillas.



Un producto que pega muy fuerte y que no llegué a probar es una alternativa vegetal al cerdo picado que se llama Omnipork.


También pega muy fuerte esta costumbre asiática de las réplicas de comida, como este menú para niños en cierto parque de atracciones.


Tengo que decir en mi defensa que me llevaron. Me llevaron a cenar, junto a nosecuántos cientos de participantes en la conferencia.





Y volví a Londres, diciéndome que también hay empanadillas de sopa y otras cosas de Asia que me gustan, como esos monstruos que andan por las paredes tan flamencos.


Lo que sí es difícil es conseguir una hamburguesa al punto. En París es más fácil.


Cuando esperaba el tren para ir a Francia (lo he hecho tres veces y no me deja de asombrar que haya tren a Francia), me encontraba rodeado de gente con orejas de Mickey Mouse. Es decir, rodeado de ingleses que ya llevaban las orejas puestas para ir a Eurodisney. 

El asunto me tenía perplejo. ¿Hace falta tener ya orejas de ratón para entrar? ¿Cómo consigue uno las primeras? ¿Se trata de una de esas joyas supersticiosas que solamente valen si se roban o te las regalan?


Pasé mucho tiempo en el Musée Guimet, que tiene mucho arte asiático. Había una escultura de un avatar equino de Visnú del que no sabía nada.

Y una cuchara ritual tibetana hecha con media calavera.


 Un netsuke muy gracioso de una castaña con su gusano.


Y una señora china que, como todos esos ingleses de la estación, llegó a París ya preparada para Eurodisney. 


Fuera del museo también me encontré con una manifestación de los chalecos amarillos, sin bombas de gas esta vez. Pero entiendo que protesten. Por muchas libertades que haya en Francia, la pelusa sigue estando prohibida.