domingo, 6 de septiembre de 2015

Países vecinos



Aquí tan arriba parece que el verano ya se ha acabado. Y en previsión, he viajado un poco a sitios que no estaban muy lejos, antes de que haya que vencer el frío y la tristeza para salir de casa.

En Hamburgo hay, además de restaurantes italianos con nombre de travesti cutre, bares con menú de tapas (e.d. cosas fritas dispares servidas en un madero) y con ese juego de palabras como nombre.
 
 



En otro sitio, ponen anguila frita y una de las peores ensaladas de patata que he probado en Alemania.


Se nota que Hamburgo es una ciudad portuaria.


Acaso Lovecraftiana.
 
A la vuelta había obras en la estación central.

En el ferry, Toblerone.

En cubierta, un cubo para que beba el perro.


El tren metido en la bodega del ferry. He hecho este viaje varias veces y no deja de sorprenderme un poco eso de meterse con un tren dentro de un barco.



Si Hamburgo fue por placer, Uppsala fue por trabajo.



Aunque por trabajo a gusto. Uppsala es muy bonito.







Y me astillaron por unas albóndigas reguleras. Pero no me canso de decirlo, a estos sitios viene uno a conformarse con la comida.



Nosequé edificio histórico, dedicado a una señora también con nombre de travesti del Opus.



En este cartel no ligaba del todo la cursiva, y eso me puso algo nervioso.


Aunque proyectaba una sombra muy bonita.


El consabido comedero con Times New Roman y chunguimo ibérico. Tres faltas de ortografía en cuatro palabras no está mal del todo, no?



Si Hamburgo era Lovecraftiana, la catedral de Uppsala parecía el Ojo de Sauron.



Hay unos cuentos suecos sobre un gato que se llama Pelle Svanslös (Pedrete Sincola), que por lo visto suceden en Uppsala, así que hay estas señales de tráfico que avisan de los gatitos cruzando.



Y el fin de semana pasado estuve en el fuerte de Trekroner, que se construyó en las guerras napoleónicas y ahora es un cruce entre monumento y sala de eventos cochambrosa.












Por dentro recordaba bastante a Stalker.








Y ahora ha empezado el curso, han llegado los nuevos estudiantes, y trato de decir en qué camisa de once varas me meto para investigar en los (pocos) meses de contrato que me tocan,  y sobre todo, plantearme qué hago de ahora en adelante.


sábado, 25 de julio de 2015

Fiesta gitana



Tres semanas de vacaciones en casa. 
Mucho calor, poco pensar y menos de lo que escribir.




Arte por los suelos.

Hivernacle de Hostafrancs.


"Siete semanas temprana
Caléndula enana
Fiesta Gitana"


Hormigas.


Sabadell, heteróclita.

Un señor con una camiseta de Corea del Norte.  
¡No una camiseta, nonó, un polito!






Mucha caló.

 


 Gràcia, un poco como siempre.






Y en la T1, estaba Eduard Punset tomándose un café tan ricamente.

lunes, 6 de julio de 2015

Olor gratis



Hace dos días fue cuatro de julio. Este año he ido dos veces a los Estados Unidos. A principios de junio estuve en Denver, por otra conferencia. 


En Denver hay un museo de arte. Bueno, habrá más, digo yo, pero sólo pude ver uno. Mi gozo en un pozo, la colección temporal gorda era una de Miró.


La permanente, no obstante, tiene una sección grandota de expolio cultural de todos los continentes. Bajo estas lineas, una pieza inuit, una cajita hecha de ballenas con un tirador con forma de cabeza de morsa.


Hopper no vi ninguno, pero estas señoras en la sección de expolio indio lo parecían.





También hay arte de la sociedad de habla española del suroeste de los Estados Unidos durante la época de las películas del Oeste.
Y nacionalromanticismo a cascoporro. Este cuadro de estética Atalaya representa el parque nacional de Yosemite.


Y algún paisaje que no estaba nada mal. De hecho había cosas muy majas de un tal William Victor Higgins.




Cerca del Museo había un monumento a las mujeres de la frontera, representadas por una matrona con niño y escopeta.



Neveras de porexpán con banderas nacionales, para mejorar el sabor de los refrescos y las Budweiser.   


Pero lo que justificaba la visita al museo era encontrarse Fox Games de Sandy Skoglund. A Skoglund la conocía de un libro de fotografía que había por casa, y me tenía alucinado.






Había vistas.



Y un minigolf.





Y pianos por la calle en la avenida principal de compras. Alguna gente los tocaba.





Las revistas de cocina tenían un tema muy especializado, muy localista.


Aunque no hay que ser injustos, comí bastante bien.


Esto es la vista de las Rocosas desde el aeropuerto de Denver. No pudimos ir.





Y esto es la contrapublicidad disuasoria antitabaco encima de los paquetes de cigarrillos en el aeropuerto de Toronto, que vimos haciendo escala.