martes, 29 de marzo de 2011

from my cold dead hands

Es lunes, y a pesar del cambio horario, has conseguido levantarte a las siete (o sea, a lo que habían sido las seis). Miras el pronóstico del tiempo, te vistes (vaya, dónde estará la bufanda negra?) y bajas a la panadería.

En el rellano, te encuentras los objetos que los vecinos dejan por si alguien se apiada de ellos y los adopta (como cierta silla). Está la barbacoa de siempre, un espejo rentagular de dos por cuatro palmos, una silla de oficina de plástico blanco, una bolsa llena de toallas y una escopeta de juguete.

Después del susto, te planteas si quedártela. Resuelves sacarle un par de fotos y dejarla donde está. Cada vez estás más enmendado del amor al trasto.

Eso de morderse el labio no es por hacerse el tipo duro, era porque estaba apuntando con el móvil. También saco la lengua cuando recorto algo con tijeras.

viernes, 25 de marzo de 2011

Ayer hubo un simulacro de incendio. El encargado de evacuar las salas se olvidó de la mía, de manera que tanto yo como un becario que se llama Bjørn murimos calcinados. No nos habríamos enterado de que estábamos muertos si Ramazan, el hombre de la limpieza, no hubiera venido y me hubiera dicho:

- Il n'y a personne!

El hombre es turco, no habla nada de inglés pero tiene ciudadanía belga por haber vivido un tiempo allí, de manera que cuando tiene que comunicarse con la gente del departamento lo hace con los que buenamente chapurreamos algo de francés (hay quien habla como Dios manda, yo no paso del Je t'aime, moi non plus). Salí del despacho y efectivamente ví que el resto de salas estaban vacías.

Cuando los compañeros subieron, lloraron risueñamente nuestra pérdida y la encargada de seguridad dijo "Bueno, no está mal cometer errores porque seguro que así, si se pega fuego, no se nos olvidará avisar a todo el mundo". Pues mire usted qué bien, pero yo ya he sido devorado por las llamas una vez, oiga.

De hecho, el tipo a quien le había tocado llevar la evacuación es el profe a quien asisto en las clases. Se excusó por lo que yo sigo considerando homicidio negligente diciendo que era una muestra de la poca amabilidad danesa hacia los extranjeros. Cosa que puede ser cierta, especialmente si esos extranjeros son de países islámicos.

Pero al margen de dejarnos morir, en la universidad no nos tratan mal del todo. Hay algunas actividades organizadas para informar y entretener al personal internacional de investigación, desde sesiones informativas sobre la declaración de la renta (me sale a cobrar, me dan unos veinte euros) a otras actividades más lúdicas.

Ayer por la tarde, por ejemplo, uno de los catedráticos de Derecho, un señor muy simpático con zapatos muy feos, nos dio una visita guiada al edificio antiguo de la universidad, con sus esculturas neoclásicas y sus escenas de la historia intelectual danesa (Jacobo I de Inglaterra visitando al astrónomo Tycho Brahe, una brigada de estudiantes en el asedio sueco a Copenhague en el s. XVII) ... y con su pequeña mazmorra. Por lo visto, la universidad había tenido su propia jurisdicción y podían enchironar a los estudiantes pendencieros que bebían demasiado o se metían en peleas. Ahora la mazmorra es un pasillo que da a un comedor en un semisótano.

martes, 8 de marzo de 2011

sombra y lechuga

«Hamlet - ¡Oh! No se trata de eso. No os quiero confundir con mis criados que, a fe de hombre de bien, me sirven indignamente. Pero, decidme por nuestra amistad antigua, ¿qué hacéis en Elsingor?

Ricardo - Señor, hemos venido únicamente a veros.

Hamlet- Tan pobre soy, que aun de gracias estoy escaso, no obstante, agradezco vuestra fineza... Bien que os puedo asegurar que mis gracias, aunque se paguen a ochavo, se pagan mucho. Y ¿quién os ha hecho venir? ¿Es libre esta visita? ¿Me la hacéis por vuestro gusto propio? Vaya, habladme con franqueza, vaya, decídmelo.
»



Miquel y Anna acaban de irse. Vinieron este fin de semana, y juraría que sí vinieron por gusto. Las métricas en este campo no están muy estandarizadas, pero son bastante amigos míos, y al margen de la alegría intrínseca de la visita en sí, he tenido también la alegría de poder usarles como pretexto para hacer cosas que no iba a hacer por mi cuenta, como ir a Kronborg el sábado.

El castillo está en el punto más angosto del estrecho de Øresund, y fue en su día una fortaleza que servía para asegurar el cobro del aranceles para barcos de y hacia el Báltico. Esta aduana fue uno de las fuentes de ingresos más relevantes para la corona danesa (se estima que unos dos tercios de los ingresos en los siglos XVI y XVII!) pero me parece que lo más relevante para nosotros es que es el castillo donde empieza Hamlet. O al menos, es el único castillo de la localidad de Helsingør, que sí sale citada en la obra.


Estuvimos paseando por dentro, salón de baile incluido.
En el castillo también hay un museo marítimo.
Tiene unos cuantos mascarones de proa expuestos, pero ni una sola teta al aire.
La hoja técnica de un barco nos dice que su carga típica son bidones.

Aquí están los visitantes, tomando el sol en la playa frente al castillo. El gorro de lana de Anna ha sido muy comentado estos días. Sosteníamos que era, entre otras cosas, un disfraz de cocker spaniel, pero ahora más bien me parece un chucho de crema o un pan chino

La playa, tan pedregosa y todavía con nieve, parecía sacada de El Séptimo Sello.

Pero no jugamos precisamente al ajedrez. Estos dos se presentaron en casa con unas barajas de Magic, por si nos pillaba el mal tiempo.

Pero antes de eso, nos dio tiempo a ver algo del barrio Vesterbro, y de ver la calle donde pasé la primera semana en Copenhague, justamente en el hotel Absalon.
El domingo, después de desayunar cosas con nombres tan rimbombantes como Frøsnapper o Fastelavnbolle, que son unas pastas que se hacen durante los dos días que dura Fastelavn (el resto de Carnaval que hay en Dinamarca), estuvimos paseando por la ciudad.
Fastelavn es una fiesta centrada en los críos, sin tanta participación adulta. Pudimos fotografiar a un Niñosaurus (con permiso del Madresaurus, claro).

Anna trató de matarnos de un susto en el jardín botánico:
Y vimos el rincón del restaurador ("dentista de cuadros") en la Pinacoteca Nacional:

Nos comimos unos trozos de pastel en La Glace, como este Sportkage (sí, sí, pastel de deporte), de dudosa etimología y esponjosa contundencia. Es una especialidad de la pastelería, y por lo visto lo inventaron para una obra de teatro que se llamaba El Deportista, no sé si para que alguien se estrellara contra él o para comerlo en el estreno.

Y luego fuimos a la gliptoteca.
"Mucha arena este cemento."

Y, como no podía ser de otra manera, fuimos a hacer lo necesario.Todo lo que se ve detrás de la sirenita es una capa de hielo de un par de dedos de espesor.


El lunes, mientras yo trabajaba, se fueron por su cuenta a ver otras cosas. Entre ellas tiendas de Lego donde puedes comprar a granel.

Y hoy han vuelto a casa. Se les habrá muerto el pez de colores en su ausencia?

jueves, 3 de marzo de 2011

pudor repentino

"Voy a ver si ya ha venido. Sí, tiene que haber llegado porque reconozco su olor en el pasillo. "

Hay algo turbador, impropio, en esto de empezar a reconocer el olor corporal de tus compañeros de trabajo. No a todos, claro, reconoces a los que tratas más y a los que tienen un olor más notable.

Más allá del volumen del olor , hay aspectos cualitativos que hacen que algunos individuos sean más fáciles de identificar por el olfato, no siempre para mal. El olor corporal de mi amiga Alba, por ejemplo, es agradable, ligeramente oleoso, con un regusto a lirio pisado. No es cosa mía, su olor ha sido elevado varias veces a la categoría de tema de conversación.

Pero un compañero de trabajo es otra cosa. No es exactamente un ente de nuestra vida personal, y parece que reconocer su olor lo posicione en un área más cercana de lo que realmente le corresponde, como si nos conociéramos de toda la vida o nos hubiéramos acostado.

martes, 1 de marzo de 2011

"Los cisnes son muy gordos" - estanis

(Sobre estas líneas, medio letro de leche, cada día, toda la vida. Autor desconocido. Técnica mixta: neón, reloj, plástico rígido. El vaso de leche de neón de la izquierda se llena intermitentemente.)


Hace unas semanas, hablando por email:
H- Pues podrías venirte al concierto.
E- Pues también.

Ni corto ni perezoso, Estanis se compró un billete de avión y vino a Copenhague para asistir a un concierto y pasar frío. El concierto era de Owen Pallett, y estuvo la mar de bien. El frío también estuvo de puta madre. Al ser una visita entre semana, yo estaba en el curro y el pobre tuvo que ir por ahí a pasearse y ver cosas mientras se le atería la cara (pero no el ánimo).

Y sí que vio cosas! Todas las fotos de esta actualización son suyas:


Apenas nos dio tiempo a hacer algo de turismo de interior: una visita a Louisiana y otra, apresurada pero gratificante, a la Galería Nacional.

En Louisiana había una de Picasso que no estaba mal. No había visto la permanente, y tiene cosas que son para mear y no echar gota. Ir a exposiciones de arte contemporáneo es muy parecido a ser socio del Barça, uno dice que va al campo a pasarlo bien, pero no, va a sufrir y a cabrearse. Pero a veces te diviertes.



Y a la que te descuidas, videoarte.

En la Galería Nacional están recolocando las piezas, y justamente está cerrada hasta mayo la sección de máyor interés, que abarca desde la edad de oro danesa hasta el periodo de entreguerras. Supongo que querrán tenerla lista para el verano. Pero pasamos un rato en la sección de los bodegones a granel.


Aquí se nos ve, con los letreros de los cuadros movidos al fondo.

Me parece que me estoy poniendo cebollón.