miércoles, 27 de noviembre de 2013

segunda ciudad

En tres años y pico viviendo en Dinamarca todavía no había ido a Aarhus. Aarhus (o Århus) es la segunda mayor ciudad danesa, con la friolera de ~250.000 habitantes. Es la capital de Jutlandia, la parte continental de Dinamarca.


Pero Matthias, de quien he hablado en ocasiones anteriores, está unos meses trabajando ahí, así que fui a verle. Resultaba gracioso ir en plan turista a Aarhus, que tiene el tamaño de cualquier ciudad cutronga del cinturón industrial de Barcelona, cuando hace pocos días me quejaba de lo prosaico que es ir al Vallès de vacaciones.

Lo primero que ve uno al salir de la estación central es un letrero de neón publicitario del Jyllands-Posten (conocido internacionalmente como el diario que publicó los cómics de Mahoma en el 2005), que vendría a ser como El Mundo a la danesa. Es un contraste simpático con Politiken, el equivalente danés a El País, que se encuentra al lado de la estación central de Copenhague. Es como si la ciudad tuviera que informarte, nada más llegar, que esto es provincia y las cosas van distintas, que la gente es más conservadora pero desde luego más cortés.


Este fin de semana se tenía que batir precisamente delante de la estación central de Aarhus el récord mundial de la mayor hamburguesa. La plaza estaba llena de gente.


Estaba realmente abarrotada. No pudimos ver nada, sólo una hamburguesa gigante pero hinchable, muy impresionante, eso sí. Matthias llevaba una caja de cartón que no era suya porque nos habíamos encontrado Correos cerrado.


Y es que en los países guiris todo cierra prontísimo, hay que estar muy al loro. Y más pasado El Cambio Horario Malo, porque se hace tarde en seguida. En Aarhus tienen un museo de arte que se llama ARoS, coronado por un pasillo circular diseñado por Ólaffur Elíasson, un danoislandés convertido en artista institucional de ambos países que hace cosas entre la instalación, el land art y el diseño gráfico. Pues a ese museo hay que ir tempranito para que te cunda la visita al piso superior, porque si hace mal día no tiene gracia.


Pero nos cundió la visita.



La estructura se llama Your Rainbow Panorama y permite ver la ciudad con el filtro de color que impone cada pared.  Si la luz que la atraviesa es suficientemente fuerte, cae un haz de colores sobre unas viviendas y una plaza.



El resto del museo no es gran cosa. Las artes plásticas danesas han ido siempre rezagadas, o más bien han sido siempre una variante algo atrasada y un pelín derivativa de lo que hubiera estado pasando en Europa. Los remedos de arte francés de principios de s. XX son para morirse. Con todo, hay excepciones, como este San Jorge de Olaf Rude, que por mucho que sea la incursión rusista del pintor, es muy majo.


Una de las colecciones temporales mostraba trabajos artísticos de la reina Margarita II y su consorte, el príncipe Enrique. La reina había hecho grabados para la edición danesa de El Señor de los Anillos, bonitos y algo sosos, pero también paisajes, mucho decoupage pasado de vueltas y hábitos y vestiduras para obispos daneses. Éste parecía de la peli de Flash Gordon.


Arte monárquico, no ya a favor de los monarcas sino hecho por ellos mismos; los estados-nación son la polla a veces. Pero bueno, no hay que enfadarse con los museos institucionalizantes de las ciudades de provincias, porque hay arte en todos sitios; como este trenecito-eléctrico-en-un-libro-de-resina-decoración-navideña-en-pleno-noviembre tan simpático que había en un café.


O en la decoración navideña también algo adelantada de esta tienda de ropa de excursionista (y armería) donde entramos a curiosear.



Los señuelos no estaban decorados pero también tenían su aquél.



Incluso este candidato de un partido neocón bastante chungo a las elecciones municipales de la semana pasada  tenía su gracia, prometiendo que iba a parar nosequé juego de pistas ("caza del tesoro" en danés) en la política local.



Nos dimos prisa para ir a ver la puesta de sol al puerto. Al llegar nos acordamos de que el puerto miraba hacia el este, así que nos conformamos, encantados, con el reflejo rosa en el cielo y en el agua.


El lunes por la mañana volvía a Copenhague en ferry. Los ferrys aquí son algo aparatosos con esto de embarcar y desembarcar desde un autobús o un tren, y huelen a moqueta y a puesto de salchichas, pero hacen el viaje más grato. Ésta es la vista saliendo del puerto de Aarhus.


Y esta es la vista desde mi mesa en el ferry, mirando el menú. 


Los desayunos de bufet libre de los ferrys tienen tela. Los huevos revueltos, tan amarillos y tan tiesos, en particular, dan bastante cosa. Pero en los ferrys daneses además hay platos llenos de esto, vibrando con la marcha del barco.


La cosa esta es sky. Es una gelatina salada que se hace con caldo o extracto de carne y se usa para añadir sabor a los embutidos comidos sobre pan de centeno. Se parece a la gelatina que rodea algunas veces el jamón cocido o la cabeza de jabalí, o que sirve de sustento a un aspic, pero puesta a conciencia encima.

Realmente me gusta mucho ir en ferry.




jueves, 21 de noviembre de 2013

Cinc quarteres massa terra


"Mi madre se ha cambiado de casa. Como si vivir en Sabadell no fuera suficientemente malo, se ha tenido que ir a Castellar del Vallès. Pues vaya plan. El Vallès es una dársena llena de tierra, una parada forzosa, un lugar al que uno sólo va para poderse ir luego".


Me iba diciendo estas cosas mientras paseaba por el área algo desangelada de la nueva urbanización. Como siempre que uno va quejándose, no me fijaba en mis alrededores, y eso que había salido a dar un paseo.


Tan absorto estaba en mis ganas de quejarme que no me di cuenta de que pasaba al lado de una mantis enorme al rodear el descampado que separaba dos naves industriales.


"Tan mal no está el Vallès, hombre. A ver, no jodamos, un poco una mierda sí que es. ¿Pero cuántos sitios hay que no sean una mierda al fin y al cabo? La casa nueva es mejor, y encontrarse una mantis también está bien.".

Más mentalizado, y algo sugestionado por el buen tiempo, me di una vuelta turística por Sabadell. Hasta pasé por cerca de la Torre del Aigua, lo único parecido a una atracción que tiene esta ciudad.


Cerca hay un hospital donde sirven sopa de letras.


Pero no todo es mantis y sopa de letras, ojo. También hay cosas que repatean, como  la campaña esta del Banc de Sabadell que tanto me recuerda a lo que decía Valero Sanmartí sobre el seny català.


"Tornem al món real. Dèiem que els valors catalans de CiU potser no són tan tan catalans. I és més: no voldria generalitzar, però els valors identitaris catalans (i els valors identitaris en si) em semblen una presa de pèl. Una puta merda. Per començar, el seny i la rauxa. Seny. D’acord. Rauxa. EING?! Amb el seny ens apropiem de tots aquells valors identitaris positius des de l’òptica calvinista-capitalista europea: educats com els francesos, treballadors com els alemanys, innovadors i eficients com els suecs. En canvi, la rauxa ens serveix per citar a Dalí, Llull o Francesc Pujols quan algun andalús (nota mental: la identitat andalusa és el malson/paròdia de la identitat italiana) ens acusa de ser ‘desaboríos’ o ‘mu suyoh’ o ‘acartonaos’ o ‘eztreñíos’ o, senzillament, de ser una cultura gris construïda des dels interessos burgesos. Però jo crec (JO SÉ) que els catalans volem tenir el millor de cada casa. Una identitat per anar a treballar, una identitat urban, casual; i una altra de diumenge, per mudar. Cosa que, a més de contradir els principis de CiU, tampoc és tan original, ja que els alemanys són els màxims exponents d’aquesta identitat binària, amb aquella ètica del treball tan espartana i aquells rampells de xiflat romàntic per l’art, la natura i Déu: Martin Heidegger entortolligant el llenguatge amb precisió de psicòpata per poder comunicar-se amb vés a saber què."
La mala leche inducida por estas cosas se quita con un vinito. Mi padre no bebe pero en su casa (¡en Terrassa!) hay vino.


Y vasos de Hello Kitty. Aquí sale disfrazada de caracol. También hay vino en los restaurantes cutres menú. Quién va a pedir agua teniendo vino y gaseosa para acompañar unos espaguetis recocidos?



"Esto de que se come mejor aquí viene a ser cierto en general, pero vaya fideos de mierda que me han puesto, pero qué torta que llevo con el vino con gaseosa. La gracia del Vallès será eso, lo de conformarse con pequeños placeres prosaicos. Hombre, dicho así, parece que no hay mucha diferencia entre el Vallès y muchos otros sitios. Lo que decía antes, será que todos los sitios son un poco una mierda. 

Mira, qué gracia, la empresa de excavadoras se llama Macachón."



sábado, 5 de octubre de 2013

Como una libertad que casi no se atreve uno a tomarse

El lunes entregué la tesis. 

El fin de semana anterior un barco de los más grandes de Mærsk, la empresa de logística danesa estuvo en el puerto de Copenhague. Teóricamente los barcos de esta familia son los mayores cargueros en servicio del mundo. El barco estaba amarrado cerca de la sirenita, así que muchos daneses que no irían a ver la sirenita un domingo de sol porque es cosa de turistas, se apelotonaban para subirse al Mærsk Majestic. 



Pensé que bueno, tampoco pasaba nada si iba yo también a verlo aunque tuviera tantas cosas por terminar. A fin de cuentas, hacía buen día y podía desayunar de camino. Es realmente enorme. Desde este ángulo parecía un edificio azul de nueva construcción, tal vez un almacén del puerto.



Y yo tengo la lente bastante sucia.


Pero eso también también mejora los efectos al hacer fotos. Ésta era la luz que atravesaba los pasillos acristalados de mi facultad el domingo, cuando llegué algo pasado el mediodía.



Las ventanas de casa tampoco están muy limpias, que digamos. El girasol, recuerdo superviviente de la boda de los padres de Pol, hace lo que puede con el otoño danés y la poca luz que le dejan los cristales roñosos. Al salir de casa le prometí que, antes de que se acabara la semana, lo cuidaría un poco y trataría de trasplantarlo.


De alguna forma el domingo y el lunes pasaron, entre impresiones y correcciones de última hora, añadidos inesperados ("Qué? el sumario de la tesis en danés me pedís?"), y bastantes nervios templados por unas tremendas ganas de acabar.

Súbitamente era martes. Me registré en el INEM danés y dediqué el resto del día a hacer el flaneur, como si fuera exactamente hace tres años, cuando acababa de llegar a Copenhague.

Me llamó la atención esta caja de cartón con un redondel rojo pegado que encontré subiendo por la calle que atraviesa la plaza del palacio real.



Al llegar a monumento a Churchill, me encontré un montón de puntos rojos. Y puntos negros sobre esos puntos rojos. El busto estaba cubierto de mariquitas en diferentes estadios, muchas de ellas larvas, bastantes ninfas y algunas pupas.

El grupo de mariquitas que rebullía entre la papada y el pliegue de la camisa del estadista (bueno, del bronce del estadista) daba bastante cosa.


Las mariquitas practican el canibalismo. Era a la vez repugnante y precioso–como lo son muchas cosas en entomología–ver como las larvas se comían a los adultos jovenes.


La zona está agolpada de monumentos


No muy lejos del busto de Churchill, pero mucho más limpía, está la fuente con una escultura de Gefion, que es la diosa nórdica de la agricultura, una especie de Démeter garrula que creó la isla de Selandia, donde está Copenhague, arrancando un trozo de tierra de la península escandinava y plantándola como isla en la boca del Báltico.


Volví a casa y me acosté. Al dia siguiente transplanté el girasol, pensando un poco en Gefion. 
Creo que defiendo la tesis antes de Navidad.

jueves, 15 de agosto de 2013

el misterio de las coces búlgaras

A la menor intención se le acumulan los porcontares. Este viernes se cumplen tres años de mi llegada a Dinamarca, y en dos meses tendré que haber entregado la tesis que teóricamente vine a hacer.

En agosto ha venido mucha gente: Maribel y Gerardo, Marina y Bernat, y Matthias con Marie-Anne y Sara. En una semana viene más gente. En realidad es casi una suerte tener tanta visita, porque te mantienen ocupado de una forma total, de manera que no haces ni vida social.

También me mantuvo ocupado una conferencia en Sofía la semana pasada. Puede que sea la conferencia a la que he ido con menos ganas desde que empecé en esto. Y mira que era una conferencia apañada y las charlas estaban realmente bien. 

Supongo que algo de tedio es inevitable cuando pienso que nunca voy a casa en agosto porque hace un calor de mil demonios y allí me encuentro, en Bulgaria, en chanclas, del hotel al centro de la conferencia y de vuelta al hotel.
'


Por suerte viajaba con Sigrid. Y por suerte ella dio con un buen restaurante nada más llegar, así que me quité el mal humor con una trucha a la brasa. 


La conferencia fue en el Palacio Nacional de Cultura, un mastodonte tardosoviético con un je ne sais pas de guarida de villano de James Bond. 




Habían retirado los teléfonos pero habían dejado las cabinas. Esta es una de mis vistas favoritas del edificio.


Por no hablar del papel higiénico en braille.


O la misteriosa cesta de lechuga, casi un poema visual.


En una de las salas con murales espectaculares, unos chinos daban charlas seguro muy interesantes en el peor inglés del mundo. Y usando diskettes para identificar los ítems de las listas.


Parece que el agua caliente está centralizada en Sofía, y estaban cambiando las tuberías durante todo el verano, así que algunas zonas no tenían agua caliente; zonas como, por ejemplo, mi hotel. Por fortuna tenía una jarra eléctrica y pude hervir agua en mi habitación. Ya podemos hablar del baño búlgaro y no sólo del baño checo.


Al irnos, las columnas-robot nos despedían con los brazos en alto, simpáticas y bizcas.


En los lavabos del aeropuerto había un cuarto para escobas y material de limpieza. Seguro que la fregona y el cubo estaban antes de la hoz y el martillo.


En una escala en Múnich, un platazo de pasta un poco sosa y una Erdinger bien grande para conciliar el sueño.

Ah, bueno, y se conoce que en siete semanas entrego la tesis. A ver.