martes, 25 de enero de 2011

tres cosillas

La guirnalda de estrellas de papel de colores sigue estando en el cajón de los restos de las fiestas de la sala común del instituto de lingüística de la UPF, junto con unos platos de papel estampados con motivos navideños y alguna lata de aceitunas verdes por abrir.


Parece que en mi ausencia, ha habido un último giro dramático en el proceso de secularización de este estado, proceso que yo pensaba que ya estaba terminándose. Ahora resulta que Messi es Dios y Guardiola, San Juan Bautista.


El síndrome de Diógenes (antes lo llamábamos amor al trasto) parece que no remite. En casa de mi madre hay unos paneles de cartón prensado recogidos de la basura de una ferretería. No sé por qué están en alemán, pero ahí dice "Nuestras manos, la mejor herramienta". Los cartones se usarán para pintar encima, en casa se pintan cuadros.

domingo, 23 de enero de 2011

camino del braille

Volando a Barcelona hace cosa de una semana, me encontré, todavía en el aeropuerto, que efectivamente, lo viejo es lo nuevo y lo culto, popular.

Y siguiendo con el efecto invocación, se me manchó de leche este libro cuando pedí un café en el avión.

Y éste otro libro era el que vino después (pura casualidad, era lo único de bolsillo que tenía a mano al hacer la maleta). Aquí lo vemos con mis gafas nuevas. Me hacían mucha falta. Los ópticos de Sabadell a los que voy son amigos de la familia, y siempre me dan recuerdos. Me parece gracioso ser parroquiano de una óptica, de puro cegato.
Pero las gafas nuevas no son la solución a todo. Se conoce que me pasa algo en la córnea derecha, según me dijo el óptico el otro día. Aquí, una captura de pantalla de mi ojo izquierdo.
Y en el derecho se ve algo rojo, que es una diferencia de volumen. Me toca más oftalmólogo en los próximos días. A ver cómo se desenvuelve la cosa.

Si las circunstancias se adecuan a lo que voy leyendo, me preocupa pensar qué me pasará ahora que acabo de empezar Diarios de las Estrellas, de Stanislaw Lem. Con lo mal que llevo los aeropuertos, no quiero imaginarme facturando para ir a Betelgeuse.

miércoles, 19 de enero de 2011

- Anda, ¡hola! ¿Pero tú no estabas por ahí?
- Sí, sí, pero he tenido que venir unos días.
- Tienes buen aspecto.
- Gracias, tú también. Has entrado muy bien en los cincuenta. ¿Cómo estás?
- Bien. Soltera.
- ¿Sólo soltera?
- Soltera y promiscua, pero soltera.

lunes, 17 de enero de 2011

canibalismo

Pienso mucho sobre el canibalismo. Últimamente se habla mucho de canibalismo. Vaya, al menos en mi entorno. Basta con pensar en algo o que te lo mencionen para encontrártelo.


A este efecto, conocido como efecto invocación en la jerga especializada, se le pueden atribuir muchas causas, desde la simple casualidad al hecho de que si se habla de algo o algo sucede, pues se tiene presente y claro, piensas en ello y lo mencionas, en un ciclo de referencia y encuentro.

Sea como fuere, el otro día soñé que estaba en una clínica psiquiátrica especializada en rehabilitar caníbales. Hacíamos terapia de grupo sentados en círculo llevando chándals de color gris claro y nos sometían a terapia de deshabituación dándonos pan con berenjena escalivada y jamón serrano, para que nos quitáramos de este vicio tan feo de la carne humana.

martes, 11 de enero de 2011

pax romana


Hoy hemos tenido un cumpleaños en la oficina, con un roscón de hojaldre. Dinamarca tiene la convicción de ser un estado-nación. Las familias que viven en el campo o en urbanizaciones tienen una bandera que alzan durante los cumpleaños. Así va la cosa aquí, cumpleaños es bandera, bandera es fiesta, fiesta es alegría, alegría es nación.

Me ha hecho gracia porque justamente hoy me he terminado en el metro las Memorias de Adriano, de Yourcenar, que , aunque me ha gustado mucho menos que Opus Nigrum (el segundo libro empieza en el Flandes de la Contrarreforma, habla sobre la transición hacia al antropocentrismo, y pasan muchas cosas, mientras Memorias de Adriano es una especie de peplum lánguido), tiene alguna observación maja como esta:

"Si los bárbaros terminan por apoderarse del imperio del mundo, se verán obligados a adoptar algunos de nuestros métodos y terminarán por parecerse a nosotros."

domingo, 9 de enero de 2011

mierda, papel, tijera

Hannah, mi compañera de piso noruega, se acerca a mí con aire triunfal:

Hannah- He desatascado el retrete.
Yo- ¿Cómo? He intentado usar el desatascador pero era demasiado grande y no cabía.
H- Sí que cabía, pero había que hacer fuerza para que se doblara y entrara.
Y- Es posible que no haya apretado lo suficiente. Me daba miedo...la.. ehem... tercera ley de Newton.
H- Oh... chof, ¿no?
Y- Sí, es que cuando yo lo intenté estaba rebosante. Me daba miedo mancharme de heces de niño.
H- ¿Te dije que había trabajado en una guardería, verdad? Siempre había que limpiar mierda. Nos lo jugábamos a piedra, papel, tijera.

viernes, 7 de enero de 2011

El primer piropo de su especie

A todo el mundo le gustan los cumplidos, aunque a veces nos pillen con la guardia baja. Y hoy han alabado una parte de mi físico que nadie había admirado hasta la fecha. Una mujer de cuarenta y pocos, con un atractivo refrigerado a lo Meryl Streep, me ha dicho:
"You have lovely optic nerves, Mr. Martínez".

Y es que hoy he ido a la oftalmóloga para que me hiciera una revisión. Pero claro, los nervios ópticos no son algo de ir enseñando así como así. Me han dilatado las pupilas y se me han puesto los ojos como los de un ciervo. Mira qué susto.


Hasta me ha sacado las tarjetas de colores para decirme si soy daltónico o no, pero en lugar de equivocarme al ver los colores me iba equivocando porque estaba medio dormido y no veía el pie de los unos o la parte abierta que diferencia los treses de los ochos en esa cursiva de puntitos de la pruebas de daltonismo. Me ha hecho tanta ilusión que he estado a punto de pedirle que me hiciera las pruebas de vista con el póster de dibujitos y no con el de letras, como el primero que me hicieron de niño, con su casita y su perro. Creo que en cada sitio son algo distintos, aquí la primera línea está ocupada por un cisne. A los daneses le va mucho el tema cisnes.

miércoles, 5 de enero de 2011

Lo pasemos bien


Anteayer volví de la maratón navideña. Diez días de avión, RENFE, ferrocatas, metro, autobús y bicicleta, una furgoneta y un audi azul noche. El vuelo de día tuvo seis horas de retraso, el vuelo de vuelta sólo cuatro. En el vuelo de ida, nos costó Dios y ayuda salir de Copenhague. Es un aeropuerto coquetón, con más zona de tiendas que puertas de embarque.

Durante la espera, pude disfrutar de las atracciones turísticas.

Y de las novedades editoriales.

Al salir, vi cómo nos rociaban con anticongelante desde una camioneta-torreta-grúa que parecía sacada del almacén de la lucha final de Aliens.

Los retornos a Sabadell, más que como Ulises, me hacen sentir como Orfeo. Volver a mi barrio natal me provoca irritación y tristeza. Me pregunto si toda esta historia de irme de los sitios no es más que una carrera para saber que estoy lejos del barrio, del descampado, el colegio, la Casa de los Pinos y la rotonda de la Plaza Filipinas.



Pero no os voy a mentir. Melancolía ha habido poca. He podido disfrutar de casi todos mis seres queridos y no he tenido que tolerar más que la dosis mínima de paripé. Aqui está mi abuelo Manolo, convertido en el Capo Mafioso de las Lechugas con un hábil e improvisado despliegue de utillaje.

Aquí está Sac, hecho todo un Perro Noël.


Aunque tanto sentimentalismo de reencuentro es pura hipocresía; a las Navidades uno va a comer.

Crema de puerro, cocido, lenguado comido sin hambre, trozos de bogavante apartados a una esquina del plato con el tenedor, hamburguesas vegetarianas, empanadillas chinas, croquetas a las 5 am, ensalada con sangre, ensalada verde, un cordero ignorado del que sí me comí la guarnición, capón, un menú a medias porque entero no nos cabía, lacón y pimientos del padrón, un par de incursiones en la comida rápida turca, la crema de color naranja de todos los fines de año, vinillo, vinazo, agua con gas, mojama, verdura al vapor, cuatro mandarinas, bizcocho con uva, algún cortado y el carajillo de rigor para que baje todo.

Alguien había tirado una caja de pan de centeno entre dos contenedores delante del Aldi, como dándome la bienvenida.


Nunca he entrado en ese Aldi, que hace relativamente poco que está en mi barrio. Una cosa interesante, a veces triste, de ir yendo y viniendo es cómo cambian las cosas. Aparecen edificios nuevos, de otros sólo queda el papel pintado en una medianera, alguien fallece y las familias se amplían. En casa de mi padre son uno más: